Ayer estuve en la visita de una obra que estamos realizando en el Barrio de Salamanca. Para los que conocéis Madrid sabéis cómo son muchas de las casas de este privilegiado barrio, techos de más de tres metros, buenas carpinterías de madera, suelos de parqué en espiga,… un sin fin de bondades que pocas viviendas ofrecen en otros barrios de la capital. Siempre soñé con tener un piso de estas características y poder reformarlo a mi gusto, tal y como están haciendo mis clientes.
Cuando ayer vi la casa toda derruida, sin las antiguas boiseries que tanta luz le restaban, sin puertas, sin las dobles ventanas, con vigas que habían aparecido tras la demolición de alguna de las paredes e incluso un papel pintado que se escondía tras el antiguo techo del baño, me dije ¡qué maravilla! y eso que todavía está todo por hacer (podéis verlo en mis stories de IG). Qué afortunados son mis clientes que tienen la opción de hacerse una casa a su medida, aunque he de decir que también me siento afortunada por poder vivir el proceso del cambio en una vivienda de este tipo.
Si tuviera la oportunidad de hacer lo mismo, me haría una casa bastante más pequeña de la que tengo, pensando muy bien en mis necesidades y manera de vivir para tener exactamente lo que necesito, ni más ni menos. Ahora, algo más difícil sería la elección de materiales y de estilo, porque cuando estás metido en este mundillo no dejas de ver opciones diferentes cada día y la verdad es que los diseños y las calidades en general son cada vez mejores, así que a ver quién es el guapo que podría decidirse a la primera ;-)
Esto mismo es lo que le paso a la propietaria de la vivienda que os traigo hoy, Andrea Pienaar de SIBA Interiors (o Style It By Andrea). Su negocio, que comenzó siendo sólo de estilismo de interiores, ha terminado por convertirse en un estudio completo de interiorismo, por lo que conoce bien el mundo de las obras y reformas. Esto en lugar de facilitarle el camino, le ha hecho dudar en muchas ocasiones con la rehabilitación integral a la que ha sometido su casa, cuando creía haberse decantado por un material o color, descubría otro que le gustaba aún más (fijo que esto me pasaría a mí y sería el cuento de nunca acabar). No os digo más que sólo en la puerta de entrada invirtió 13 pruebas de color hasta dar con el que le gustaba, el tono se llama “Taubmans Beige Pink“.
Los acentos de rosa tienen su porqué, convive con tres hombres, su marido y sus dos hijos, así que había que poner el toque femenino de alguna manera. La realidad es que lo ha hecho tan sutil que apenas se nota. A mí particularmente me ha enamorado la alfombra del comedor.
Otra pieza clave en su casa es la butaca de terciopelo verde del salón, alguien le dijo que debería tener una cuenta propia en Instagram. En este link podéis ver su precio y todos los colores en que se puede adquirir, pues ya puestos yo la hubiera comprado en rosa que tampoco hay demasiados elementos en este color (aunque reconozco que en verde me encanta).
Andrea define la estética final de su hogar como una fusión entre el diseño escandinavo y el boho, comenzó con una paleta bastante neutra en madera natural a la que añadió elementos en latón y colores suaves para completar la decoración. El punto divertido lo pone la puerta de entrada a la vivienda, una fachada donde predomina el masculino gris pero se ve interrumpido por el rosa como manifestación y reivindicación de la presencia femenina :-)
Vía: Adore Magazine / Photography Claire McFerran / Styling Andrea Pienaar