La imaginación es un ingrediente fundamental en la decoración. Más aún cuando, como Mónica y José Luis, se tiene la suficiente capacidad artística para hacer realidad ideas ciertamente arriesgadas. En su casa de Parla de 78 m² han sido romper con los cánones establecidos para inaugurar un estilo singular en cada una de las estancias que conforman este piso, donde se operaron multitud de cambios, desde la distribución original hasta los revestimientos y la iluminación.
Tras un año intenso de esfuerzo en el que los fines de semana no eran precisamente sinónimo de descanso, la pareja por fin ha conseguido imprimir en cada rincón de su hogar un lenguaje único y pleno de significado. Apoyándose en el cristal como material creativo, descubren ante nuestros ojos nuevas opciones ornamentales de fuerte carácter visual, pero con una enorme sensibilidad estética.
La aplicación de novedosos sistemas lumínicos, el sabio y siempre acertado empleo de los tonos neutros y la importancia otorgada a los techos como elementos con identidad propia conforman su vivienda. El resultado ha sido tremendamente satisfactorio, demostrándose una vez más que los proyectos puramente mentales pueden encontrar una réplica tangible en el interiorismo.
El recibidor es la primera muestra de las metamorfosis que sufrió la vivienda. Desplazar la puerta del salón fue la mejor decisión que tomó este matrimonio madrileño, puesto que así pudieron crear una entrada que antes era inexistente, además de lucir un mueble con líneas curvas de atractivo diseño.En el salón imperan los contrastes clásicos. El mueble de escayola pintado en plata y con puertas de metacrilato tiene el sello personal de Mónica y José Luis. Ambos trabajaron a conciencia en los cantos de cada una de las bandas para redondearlas. Su mascota, una gata llamada Luna, está encantada del sofá que eligieron.
Otro de los aspectos que no convencían a los propietarios de este piso era la distribución de las habitaciones, ya que el laberíntico juego de pasillos daba imagen de estrechez. Con el fin de darle mayor diafanidad al conjunto, eliminaron corredores y rasparon el gotelé original para pintar todas las paredes de liso.
Antes de la reforma, la alcoba principal era muy reducida. Ahora, una gran cama de 1,60 m. domina un espacio donde el elemento tecnológico hace acto de presencia a través de una pantalla de televisión y unos focos integrados en un techo de escayola. Las otras habitaciones corresponden a un gimnasio y a un despacho.
La excelente pareja que hacen el blanco y el negro continúa entre fogones, demostrando que la cocina también puede acoger esta elegante combinación. El cristal vuelve a ser el protagonista a través de los frontales pintados a mano. Al depurado diseño de los muebles se le une el acabado en acero inoxidable de los electrodomésticos.
El otro baño es un auténtico tributo al cristal y a sus posibilidades decorativas. Las paredes están revestidas con grandes paneles transparentes de una sola pieza. La personalización corre a cargo de las pinturas realizadas en la parte trasera de las mismas. El techo se ha reinterpretado gracias a las planchas de polipropileno opalina.
El primero de los baños tiene una ducha a ras de suelo y de pared a pared. Frente a la misma, han colocado un espejo dotado de cado un reloj termómetro y de unos leds azules, ideales para la relajación durante este momento tan íntimo. Se rechazó la mampara tradicional para apostar por el actual muro de pavés.
La luz del baño está tamizada de forma que su haz se reparte por todo el cuarto evitando las sombras y logrando un efecto semitransparente. El espejo sobre el lavabo está empotrado en el azulejo, al igual que el de la ducha. En cuanto a los sanitarios, Mónica y José Luis se decantaron por la gama alta de Roca.