Seguro que a alguno (o a muchos) de vosotros os pasa lo mismo que a mí: nos encanta la decoración de interiores, compramos revistas especializadas, nos pasamos los ratos viendo reportajes en internet de casas perfectas y pensando en cómo pondríamos esto o aquello en nuestra casa... y en ese momento, nos llega el puñetazo de la dura realidad: vivimos en una casa o piso de alquiler, llena de cosas que no son nuestras, y no se pueden tocar.
Tal vez algunos de vosotros habéis sido más afortunados que yo y habéis encontrado un piso de alquiler nuevo y vacío. Pues yo voy por mi.... 5º piso alquilado, y nunca tuve esa suerte. La vez que estuve más cerca del paraíso fue cuando encontré una propietaria que me dijo ?haz lo que quieras, pinta, tira, recicla, la casa es tuya? ¡no lo podía creer! Pero claro, lo bueno dura poco, y tuve que mudarme a otra ciudad. Aquí me encontré con la clásica casa?santuario, donde ningún mueble se puede tocar porque ?era de mi madre? o ?fue mi primer juego de salón?. Y allí es donde yo me pregunto: ¿pero si los quieres tanto a tus muebles por qué no te los llevas? En fin, que no me quejo, porque me han tocado otros propietarios que no querían que hiciera agujeros en la pared, y otros donde no se podía correr ningún mueble de lugar...
Así que, como estos son bastante buenos, salvo por el detalle de los muebles sagrados, tuve que aceptar mi destino, y ver como hacer para deprimirme lo menos posible cada vez que entraba a mi dormitorio...
Algunos estarán diciendo ?que exagerada esta tía, a mí esos muebles me gustan?, y es que yo no digo que sean horribles en sentido absoluto, sino horribles para mí, que soy la que duerme allí. El asunto era cambiarle el aire al cuarto. Reemplazar la atmósfera ?convento?bisabuela? por algo menos...deprimente.
Y todo esto, sin tirar los muebles por la ventana, ni restaurarlos, ni pintarlos, ni destruírlos con un hacha.
¿Qué hacer? Pensé que tenía que ?desdramatizar?. Quitarle solemnidad a la habitación con detalles divertidos, descontracturados, inclusive raros, como fuera de lugar.
Empecé con la pared de la cabecera y la cama. Como la habitación es algo oscura, lo primero fue cambiar la colcha gris por una color crema, algo rústica. Agregué unos cojines, siempre claros, que repitieran la paleta de colores pasteles que usé en toda la habitación: verde, rosa, marrón, crema.
El cojín con el búho es de nuestra colección Animal Hair (ya están agotados, pero tal vez hagamos más). El verde es un cojín viejo que renové con stencil (podéis ver el tutorial y descargaros la plantilla aquí).
Me quedaba pensar en la pared de la cabecera. No quería cuadros, porque el espacio es bajo y alargado, y quería que la pared quedara bastante libre para dar más luz al dormitorio. Entoces opté por crear dos sectores encima de las mesitas de noche, donde los dos habitantes de la habitación pudieramos exponer cosas que nos gustan o que son emocionalmente significativas. Con cinta biadhesiva y retales de tela verde y rosa, hice un celo de tela (fácil: descubres el pegamento de un lado de la cinta, pegas la tela encima, recortas los bordes, y listo), y con este celo pegamos en la pared las cosas que queríamos, creando una composición asimétrica, y repitiendo de los dos lados el detalle de la guirnalda de pompones y la pirámide de papel (que ya veremos más adelante)
De mi lado pegué algunas postales de ilustraciones que hizo mi marido para el libro de un amigo, una xilografía que venía de regalo con este libro del que os hablé hace un tiempo, y un dibujo de mi hija.
Mi marido pegó dos postales de Poisson Soluble, una publicidad vieja donde su abuelo era el modelo, la pulserita que le pusieron a nuestra hija en el hospital cuando nació, y sus primeros lápices.
Sobre la cama decidí escribir un fragmento de una poesía de Juan Gelman que siempre me gustó, y lo completé con unas formas geométricas de cartulina sobre el cabecero de la cama, y otra pegada a la pared:
Pero todavía me quedaba la parte más difícil: el tocador, y el armario (leer con voz de película de terror)
Al tocador lo ?rejuvenecí? con una guirnalda de pompones, y liberando espacio sobre el plano, usando unos pocos adornos claros o coloridos:
Pero el armario era un tema que aún hoy no me convence. Opté por la única solución que hasta ahora me parece posible: un toque de extravagancia que le sacara la solemnidad:
Preparé unas pirámides de cartulina pintada con acuarelas, repitiendo los colores de la paleta elegida, y formé unas tramas geométricas en las puertas pegando de manera irregular las pirámides. El efecto es por lo menos original; extraño, extravagante, pero para nada lúgubre, que era lo que me importaba.
Al final, el resultado es más o menos este
no será la habitación de mis sueños, ni saldrá publicada en ninguna revista, pero ya no me deprimo cuando entro al dormitorio, ¡y eso es lo importante! ¿Qué os parece?
¡Inquilinos! ¡Decid no a los muebles intocables! ¡Basta de pisos de alquiler deprimentes! Decorar un piso de alquiler es posible, aún cuando el destino se empeña en endilgarnos muebles ajenos y presupuestos reducidos propios.
Desde hoy me propongo crear una sección en el blog donde cada tanto ofreceros ideas para decorar nuestras casas alquiladas y poder decir finalmente ¡hogar dulce hogar!
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