Ayer estuvo todo el día lloviendo. Fue un día gris. Gris en el sentido negativo. Esa asociación de ideas me hizo pensar en lo injusto que es que el color gris lleve intrínseco ese sambenito. Adoro el gris. Para nada me parece triste o aburrido. Todo lo contrario. El gris me inspira elegancia, personalidad, delicadeza, frescura, y otros muchos adjetivos más, todos ellos positivos.
La paleta de grises es ideal para ambientes monocromáticos y se trata de un color perfectamente combinable con cualquier otro. Aunque se engloba dentro de los colores fríos, no desentona con los cálidos. Es el compañero de viaje perfecto, sobretodo mezclado con azules y amarillos ( con el mostaza es mi unión favorita ). Además, embellece la madera y los metales, en especial, los bronces y dorados .
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En mi casa el gris está por todas partes. Los armarios de la cocina son gris pizarra. También lo es el aluminio de las ventanas. El sofá, gris piedra. En el baño, el suelo y el revestimiento de la pared donde está la bañera, también son de color gris. Como mis sábanas nórdicas preferidas, la lámpara del comedor, todos los interruptores, y qué decir de mi armario… Tengo montones de prendas grises. No es que sea mi color fetiche, porque también me tiran mucho los verdes, azules y amarillos. Y los rosas, los rojos, el coral… Vamos, que soy policromática, pero con el gris reconozco que hay una química especial.
Volviendo a los días grises, cierto es que, como mediterránea que soy, necesito ver el el sol. Pero como me gusta sacarle la parte positiva a todo, la luz en los días nublados es perfecta para salir con la cámara fotográfica. Así que vamos a sacarle partido al mal tiempo. ¡Buen fin de semana!