Una de las cosas que más agradezco al blog es haberme descubierto
una forma de expresión nueva para mí, la fotografía, en la que he
encontrado la mejor manera de desarrollar mi parte más creativa y
que ha acabado convirtiéndose en mi gran pasión.
Si antes era la escritura, especialmente la poesía, la que me permitía dar
rienda suelta a todo lo que bullía en mi cabeza, ahora es la imagen la que
me inspira y me mueve a crear.
La palabra ("la gran liberadora, ¿o era la traidora?", como escribí en uno de mis
últimos textos) siempre me dejaba un sabor agridulce, una inseguridad sobre
si realmente expresaba lo que yo sentía, no siempre fácil debido a sus dobleces,
su facilidad para ser malinterpretada, su resultado cambiante según contexto y
percepción.
La imagen, sin embargo, tiene un carácter más contemplativo, dejando al
autor menos expuesto y vulnerable.
Además y más allá de los aspectos técnicos y sus conocimientos, el reto que
supone contar una posible historia (o miles, según quienes la vean) con una
sola imagen me parece fascinante.
No se trata sólo de nitidez, exposición, encuadre... Es sobre todo luz,
conseguir captar el aura, el aire de la escena... plasmar lo que no se ve,
lo que antecede y sigue al momento justo de la toma... la vida que hay
detrás de esa fotografía.
No es fácil de explicar pero sí de sentir: conseguir atrapar la total atención
del sujeto que mira para que elabore una historia de lo que ve.
Me queda mucho por aprender, más bien todo puesto que aún no he hecho
ningún curso de fotografía ni he leído manuales (ni siquiera los de las
cámaras que he ido comprando).
Me limito a dejarme llevar, experimentar, probar mil veces, rectificar y
aprender de los errores. Justamente es ésto lo que me permite disfrutar
de este hobby/pasión que de convertirse en una obligación buscando la
perfección seguramente me restaría ganas de seguir practicándolo,
disfrutándolo y, poco a poco, mejorando y evolucionando.
De momento practico lo que yo llamo la fotografía intuitiva.
He ido comprobando que en condiciones ideales de luz, cualquier cámara,
incluso la de un teléfono móvil o una cámara compacta, puede regalarnos
una fotografía genial.
Pero pronto me di cuenta que para conseguir resultados más creativos y
evocadores era necesario una cámara reflex.
Hace cuatro años me hice con la primera, la más básica de Canon, una EOS
1000D de segunda mano, aunque como nueva puesto que sólo tenía tres
meses y sin apenas uso. No podéis imaginar mi emoción.
Me llegó con un objetivo, también Canon, 28-70mm que he utilizado hasta
la saciedad y, a posteriori, me enteré que era un modelo que salió en la
época de las cámaras analógicas pero que a mí me ha servido perfectamente
para ir aprendiendo.
Sin embargo, empecé a notar sus carencias para el tipo de fotografía que
yo quería tomar: intimista, cercana, básicamente humana.
Ver muchas fotografías es fundamental para ir aprendiendo y uno mismo
empieza a seleccionar, a darse cuenta qué le gusta y a ir definiendo su
estilo.
Comencé a interesarme por los equipos fotográficos de los artistas que
admiraba, intentando averiguar cuál sería la cámara y el objetivo más
adecuados para conseguir imágenes capaces de generar las sensaciones
que sus fotografías hacían surgir en mí.
Lógicamente mi presupuesto, al no ser una profesional, es limitado por
lo que toda mi obsesión era encontrar un objetivo, dos como mucho,
capaces de permitirme conseguir el tipo de imágenes que busco plasmar.
Primero me hice (hace dos años) con el rey de los objetivos en fotografía
lifestyle y retrato en su versión más asequible: Canon EF 50mm f/1.8. Lo
ideal hubiera sido un f/1.4 pero por precio y para empezar fue aquél el que
compré.
Este objetivo proporciona a las zonas fuera de enfoque una sensación más
suave y uniforme, de manera que los objetos enfocados destacan por su
nitidez y luminosidad sobre un fondo suavemente desenfocado.
Es un objetivo de distancia focal fija (si queremos calidad de imagen
hemos de renunciar a la versatilidad del zoom) que permite tomar
fotografías en condiciones bajas de luz (nunca utilizo flash) por lo que
está especialmente indicado para fotografía de interiores.
La primera fotografía que tomé con él la podéis ver aquí.
Es cierto que con mi viejo objetivo había conseguido algunas tomas muy
suaves y con esa luz especial (por ejemplo aquí) pero siempre y cuando
las condiciones de luminosidad fueran las apropiadas.
Por otro lado, la distancia focal de 50mm ofrece el campo de visión
que el ojo humano abarca normalmente: la imágenes tomadas con
este objetivo muestran las proporciones y el aspecto que nuestros
ojos ven y que procesa nuestro cerebro en la vida real, de ahí que
resulten tan atrayentes.
Hace unos meses empecé a plantearme dar el paso a una cámara mejor.
Mi deseo hubiera sido una Canon EOS 5D Mark pero por precio y porque
creo que es mejor ir cambiando y mejorando progresivamente me decidí
por la Canon EOS 6D que, como aquella, incorpora sensor de formato
completo (full frame).
Las primeras fotografías combinando mi nueva cámara y el objetivo
de 50mm las podéis ver aquí.
Finalmente, esta semana recibía mi última adquisición, el objetivo Canon EF
35mm f/1.4L USM, una lente gran angular estándar de focal fija que permite
hacer fotografías con condiciones bajas de luz, con un enfoque muy rápido que
siempre es de agradecer y una nitidez constante en todo el rango de enfoque,
corrigiendo la distorsión, lo que asegura la calidad de la imagen en todo el
encuadre.
Nada más recibirlo lo probé en el interior de casa con la tenue luz de la siete
de la tarde reflejada en el bloque de enfrente (mi salón tiene orientación Este)
y, sin embargo, observad qué luminosidad.
Permite conseguir enfoques poco profundos, destacando un motivo sobre
el fondo de una manera suave y muy natural como podéis comprobar en
la fotografía que sigue.
Para Javier queda mi pequeña Canon 1000D y el viejo objetivo que tantas
satisfacciones me ha dado.
Mi consejo pues, si estáis buscando un básico pero completo equipo
fotográfico para reportajes de interiores, es una buena cámara reflex y un
objetivo tipo Canon EF 35mm f/1.4L USM.