Antes de empezar la reforma de nuestra casa lo teníamos todo o casi todo claro. Sabíamos que queríamos una pared de ladrillo visto, una cocina blanca, nos gustaba el suelo con efecto desgastado, también las baldosas hidráulicas… pero había algo que se nos resistía. Era la barandilla de la escalera.
El tramo que la necesitaba no era muy grande, casi como el que ya había, por lo que una barandilla del estilo a la que tenían antes no nos gustaba. Durante la obra buscábamos inspiración, veíamos cosas muy chulas pero no nos terminaba de encajar para el hueco que había…
Y un día, sentados delante de la antigua barandilla se nos encendió una bombilla.
Como veis en la foto de abajo hay un cable colgando, había días que se juntaban varios y ese fue el momento en el que lo “vimos”. Empezamos a colgar cintas para ver mejor el efecto en todo el hueco y enseguida lo tuvimos claro.
Habíamos encontrado una barandilla que se integraba perfectamente con el espacio abierto y con un punto de diseño que buscábamos. Está pinchada a la pared y atornillada al techo con unas pletinas de tal forma que el pintor pudiese taparlas para no verlas y así tener un acabado limpio.
Os cuento esta historia para que veáis lo importante que es observar y tener la mente abierta porque nunca sabes donde te vas a encontrar la inspiración.
¡¡Uy!! por aquí se nos ha colado la pequeña de la casa a la que le encanta subir y bajar escaleras.
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