Tras nuestro viaje a Tailandia y recuperados del jet lag (doce horas de vuelo
con escala en Qatar) volvemos a la vida cotidiana con algo de penita pero
con las pilas cargadas: ¡benditas vacaciones!
Nuestra experiencia tailandesa ha sido más que positiva y de lo más variada.
Comenzó con unos días en Bangkok, algo moviditos, dedicados a visitar la
ciudad y alguna excursión por los alrededores, compras, comidas y paseos.
Después una semanita de relax y playas en la exótica isla de Phuket.
A pesar de la idea preconcebida de la capital de Tailandia, Bangkok no me
ha resultado una ciudad tan caótica como esperaba.
Es cierto que el tráfico es insufrible en hora punta, con una conducción casi
temeraria entre coches, taxis, tuk-tuk y motocicletas que enrarecen el aire y
hacen explicable el uso de mascarillas, pero por lo demás es una ciudad que
se puede patear sin temor ni demasiados agobios, en la que acabas
integrándote y es seguramente el calor combinado con el alto grado de
humedad lo que la hace asfixiante e insufrible para los occidentales.
La capital tailandesa es una combinación paradójica de calma oriental y
modernidad estresante, de religiosidad y consumismo, de belleza exótica y
capitalismo extremo.
Edificios altísimos y modernos conviven al lado de pequeñas construcciones
viejas y decadentes, numerosos puestos callejeros junto a centros comerciales
de tamaño gigantesco. Una mezcla de economía de subsistencia y capitalismo
extremo difícil de entender.
Pero, como imagino que en cualquier país de tradición budista, los pobladores
parecen hacer caso omiso a estos contrastes: viven con la sonrisa puesta y
ese gesto de saludo y agradecimiento tan característico, con las manos
juntas e inclinando la cabeza.
La vorágine de esta ciudad me hizo sacar poco la cámara salvo cuando
visitamos algunos mercados tradicionales o templos: no tenía demasiado
sentido cargar con ella en espacios multitudinarios como el mercado al
aire libre de Chatuchak (el mayor del mundo), el MBK Center (uno de
los centros comerciales más famosos de Bangkok con todo tipo de artículos
imaginables) o el barrio chino de Bangkok, el único de la ciudad que no
se ha vendido a la modernidad y sigue manteniendo su espíritu exótico y
caótico (uno de los Chinatown más antiguos del mundo).
Me arrepentí de no haber tomado fotografías de la grandiosa vista de la
ciudad desde la planta 78 de la Baiyoke Tower (la más alta de Tailandia)
donde cenamos y vimos como las luces de la ciudad se iban apagando y
encendiendo por barrios en sucesivos apagones por la tormenta.
En esta época del año Tailandia vive la estación de lluvias o monzones y
estábamos preocupados por ello pero lo cierto es que las lluvias son
puntuales (normalmente por la tarde-noche), descargan mucha agua
pero limpian el ambiente y lo refrescan por lo que casi se agradecen.
Aún así el calor es sofocante y entrar en un espacio con aire acondicionado
(prácticamente cualquier interior lo tiene) o poder darse un chapuzón ronda
continuamente la cabeza.
Y dentro de la vorágine urbanita de Bangkok nuestro hotel se presentaba
como un auténtico oasis.
Los hoteles en Tailandia resultan baratos en comparación con los del mundo
occidental por lo que decidimos elegir alojamientos cómodos y cuidados.
El Royal Orchid Sheraton Hotel & Towers nos acogió en Bangkok.
Situado en la orilla del río Chao Phraya, nuestra habitación en la planta 19
tenía unas vistas inmejorables.
No se trata de un simple rascacielos, cuenta con un amplísimo espacio verde a
orillas del río lleno de jardines, piscinas, una gran terraza en la orilla y su
propio embarcadero.
Las aromáticas y preciosas flores blancas de Plumeria (Lan-Thom) se
encuentran por todas partes en este país.
Por supuesto, como en cualquier espacio de Tailandia, un altar o casa de los
espíritus (San Phra Phum) y el árbol sagrado engalanado con coloridas
telas de tul.
Quedé enamorada de los maceteros cerámicos que vimos por todos lados,
tanto en Bangkok como en las islas. Una pena no haberme podido traer uno.
Varios restaurantes temáticos, spa, gimnasio, tiendas, música en vivo:
realmente no me hubiera importado quedarme algunos días más en este
hotel ;-)
Hasta aquí la primera entrega de nuestras vacaciones en Tailandia pero os
advierto que amenazo con más.