Hoy quiero un sábado que dura siete días. Y volver a nuestra calle, a ver si el que fuera el primer beso sigue ahí, esperándonos a los dos. Hoy quiero no tener planes ni echar de menos los remordimientos. Hoy quiero ir haciendo. Llenar los mediodías de aperitivos. Descubrir momentos sin fecha de caducidad. Guardar todas las propinas que nos deja la vida. Encontrar una moneda en el suelo y darle la vuelta para que el sol pinte su cara. Hoy quiero ponerme de puntillas para coger el libro del último estante que tanto polvo atesora y que esa librería no cierre porque no deja de entrar gente. Hoy quiero que todas las caricias lleguen a la piel que las espera, que me hables en versión original, que me mires en un primer plano. O por dentro, que es como mejor se conocen las almas.
Quedarme en blanco. Improvisar la receta. Tardar mucho en escoger los postres. Repetir. Hoy quiero que no me pregunten la hora ni hacer colas. Ver un niño aprendiendo a ir solo en bicicleta y un padre que regresa de repente a su infancia. Y no muy lejos, una despedida en la boca del metro que no es amarga. Hoy quiero que se diga más hasta pronto que adiós. Hoy quiero que dos más dos no sean cuatro. Saber que voy despeinada porque lo intuyo, no porque me haya mirado en el espejo. Ver una estatua que se mueve. Y un corazón que siente. Hoy quiero que todo exista sin pretensiones, que menos sea más. Hoy quiero un sábado cualquiera, en el que no pasa nada pero ocurre todo. Y por cierto, hoy quiero regalarte un día así porque a veces, son necesarios. Feliz sábado,
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