De la ciudad noruega de Tromsø lo que más nos gustó fue su Jardín Botánico
que encontramos casualmente en la caminata que hicimos desde el puerto a
la ciudad.
De hecho nuestra intención inicial era visitar el centro urbano, especialmente la
catedral y el Museo Polar que aparecían en la guía turística como imperdibles,
además de la ciudad universitaria. El museo y la catedral nos resultaron
curiosos y finalmente no tuvimos tiempo de visitar la ciudad universitaria,
pero lo que nos retuvo mereció más la pena y con mucho.
Apenas señalizado, fueron las maravillosas flores de una pequeña rotonda lo
que nos hizo acercarnos para descubrir que todo lo que quedaba a nuestra
vista en uno de los laterales de la carretera era un jardín botánico.
Pocos espacios de este tipo tienen una política total de puertas abiertas:
acceso diáfano sin ninguna valla, no se cobra entrada y puede ser visitado
las veinticuatro horas al día, lo que tiene sentido pues en esa época del
año el sol no se pone jamás en aquellas regiones (sol de medianoche).
El edificio de información es una preciosa casa de madera a la que nos
acercamos inmediatamente.
Estaba cerrada en ese momento (8:30 de la mañana) y en un cartelito ponía
que abrían de once de la mañana a cuatro de la tarde para ofrecer información
sobre el jardín, servir a los visitantes algún refrigerio y poder visitar la tienda
donde se podían comprar entre otras cosas semillas (justo el souvenir especial
que esperaba encontrar para mi madre).
Sabíamos que nos íbamos a quedar un buen rato (finalmente más de una hora)
pero el resto de la ciudad nos esperaba y me apené pensando en las láminas de
botánica que se podían ver a través de las ventanas, artículos de jardinería y
sobre todo las semillas para mi madre. Aunque luego, en un rinconcito del
jardín descubrimos una máquina expendedora con sobres de semillas por 20
coronas noruegas (unos 2 euros) que me hizo superfeliz.
En aquel momento apenas si había cuatro personas visitando el jardín y me
resultó curioso que las mesas de la terraza estuvieran dispuestas para recibir
acogedoramente a los visitantes con centros de flores frescas en unos preciosos
vasos vintage de cristal y otro tipo de jarrones.
Me vais a perdonar pero el pensamiento que vino a mi cabeza fue lo poco
que hubieran durado por estas latitudes en un lugar sin vigilancia alguna.
Es una de las cosas que más admiro de la sociedad nórdica, la concienciación
de que lo público es un bien de disfrute para todos que debe ser cuidado y respetado.
El cobertizo con la zona de semilleros y plantones está accesible pudiéndose
ver los trabajos que se realizan en ese momento.
El Jardín Botánico de Tromsø tiene más de cinco mil especies distintas, es
el que está situado más al norte del planeta y está especializado en plantas
resistentes al frío: aquí pueden encontrarse la gran mayoría de las especies
árticas y otras muchas que pueblan las cumbres de las montañas más altas
del mundo, como la Amapola Azul del Himalaya que veis en la siguiente
fotografía.
O estas otras amapolas amarillas y naranjas.
A lo largo de toda Noruega quedamos sorprendidos por el tamaño gigante de
lo que yo pensé era la planta de la zanahoria silvestre que tenemos por nuestro
país y el resto de la zona templada.
En realidad se trata de lo que los anglosajones llaman perejil gigante o
Hogweed (Heracleum mantegazzianum), cuya floración es igual a la de
la zanahoria silvestre. Javier mide prácticamente 1,80 m. y ya veis que
lo supera con mucho.
Tromsø está situada cuatro grados por encima de la línea del Círculo Polar
Ártico.
Para que nos hagamos una idea, toda la isla de Islandia está situada más
al sur que la ciudad de Tromsø. Su vegetación por latitud debería ser pues
tundra ártica, sin embargo, esta zona de noruega está llena de frondosos
árboles y en su jardín botánico florecen plantas venidas de muchas partes
del mundo.
La explicación se encuentra en el microclima local debido a las corrientes
marinas: la Corriente del Golfo asciende por Europa y trae aguas de la zona
ecuatorial hasta el Polo Norte, suavizando el clima de esta zona, lo que no
impide que en invierno llegue a acumularse más de dos metros de nieve y la
temperatura pueda alcanzar los 18º bajo cero. Pero, claro, eso para el
Ártico es un clima suave.
El Botánico de Tromsø tiene funciones de exposición y recreo pero también
científica puesto que en él se trabaja para conservar y reproducir plantas
escasas en el planeta, preservando material genético en caso de que se
perdiera en su lugar de origen.
Y todo ésto de una manera sencilla, accesible a cualquier persona
interesada, sin fastos y con toda la naturalidad y sencillez que pudimos
constatar en el pueblo noruego a lo largo de nuestro viaje.