El cuidado vertido en la decoración de esta casona le ha valido a su propietario para obtener recientemente la Q de calidad, tan apreciada en el sector hostelero. Y es que cuando se vuelca el alma en un proyecto, los resultados siempre son óptimos. El Pazo do Río es sin duda un recinto acogedor, en el que uno puede quedarse a dormir o a pasar la tarde tomando un buen café en su terraza.
Comunicando comedor y terraza está la pequeña barra exterior. Flanqueada por dos robustas columnas de granito, sirve de excusa perfecta para conectar el exterior con el interior de la casa.
La entrada al comedor con el que cuenta este alojamiento rural ya nos anuncia un menú con todo el sabor de la cocina tradicional gallega. Las pequeñas ventanas y la piedra que reviste los muros nos dan una idea del conjunto.
La estética del comedor sigue una línea sobria. Las estanterías de madera sostienen algunas muestras de porcelana lucense de Sargadelos para cubrir una de las paredes de la estancia.
La terraza se ha llenado de muebles de teca. Sillas y mesas protegidas por unas enormes y elegantes sombrillas en color crudo, prometen tardes de absoluto descanso en un paraje de ensueño.
Uno de los aspectos que mejor definen al pazo es la existencia de rincones plenamente románticos. Encontramos un ejemplo idóneo en el pozo que reina junto con varias trepadoras en el centro de este solitario espacio.
Y antes de entrar en la casa, nos paramos ante la vidriera que nos da la bienvenida. Se trata de un escudo trabajado con cristales de colores que anticipa al visitante lo señorial del recinto.
El recibidor del primer piso está decorado de manera sencilla y rústica. Se sigue la tónica habitual de colocar sobre los muebles oscuros un jarrón llamativo, además de un espejo y varios cuadros.
La habitación que comunica con la capilla ofrece al huésped este original escritorio de sobre estrecho. A pesar de sus reducidas dimensiones, cumple la función estética para la que ha sido destinado.
Subiendo por la escalera, nuestros ojos van a parar a dos objetos: un tapiz en tonos rosas y marrones que preside la subida al primer piso del pazo y una lámpara con originales tulipas en madera.
Todos los muebles son de corte tradicional. Un ejemplo magnífico es este armario de dos cuerpos y dos cajones, que conserva la estructura de los de la época en que el pazo fue construido.
Un mueble de entrada da paso a las escaleras. Un precioso jarrón azul reposa encima del mismo. En este sentido, observamos cómo es posible dotar a los ambientes de nuestro toque particular con un simple objeto decorativo.
Y por fin conocemos las habitaciones, que contienen todos los ingredientes para pasar una noche inolvidable. La luz se refleja en un espejo de pie y se reparte por toda la estancia. Las cortinas siempre son estampadas y en tonos pastel.
Además de la preocupación ornamental, en los baños también se busca la comodidad y el aprovechamiento del espacio. En la parte baja del lavabo hay unos pequeños armarios en madera que resultan verdaderamente útiles.
En los baños no se ha perdido el cuidado por el buen gusto presente en el resto del edificio. La grifería es un símbolo del espíritu antiguo que aún se conserva en el recinto. Todos ellos son de color cobre.
La parte alta de la casa cuenta con dos habitaciones abuhardilladas. Este piso superior es un acogedor rincón, ya que el recibidor dispone de un conjunto de mesa y sillas que invita a la charla y al reposo.
Los detalles que engalanan al cuarto de baño se reparten armoniosamente. Las toallas están bordadas en lindos colores y los espejos auxiliares se pueden orientar para que encontremos nuestro mejor perfil.
Varios muebles completan la decoración de la entrada a los dormitorios del ático. Este arcón antiguo y la cómoda de la fotografía siguiente colocada para depositar los objetos personales son muestras óptimas.