En la reconstrucción del Pazo do Río (Pazo del Río) se ha tratado de mantener la decoración tradicional ajustándola a las necesidades de hoy en día. El edificio, que en la actualidad se dedica a la hostelería, es en realidad una casa tradicional gallega del siglo XVI. Fue comprada por una familia coruñesa y cuenta con diez habitaciones dobles y una sencilla.
En uno de los laterales de esta casona gallega situada en Montrove (Oleiros), a las afueras de A Coruña, todavía se conserva la capilla del edificio. Protegida por un muro de piedra, en la restauración de esta casa señorial se han utilizado sillares de granito, carpintería de castaño y barandillas de hierro forjado. En la primera parte de este reportaje, seremos partícipes de la delicada organización de los exteriores del lugar, así como de la zona común al aire libre por excelencia: la piscina.
El pazo se sitúa alejado del mundanal ruido de la ciudad herculina, invitando al visitante al recogimiento y al descanso. Pintado en blanco, el barniz cálido de los balcones hace de él un edificio espectacular.
La estética exterior de la capilla combina pintura blanca, piedra y madera clara. Uno de los balcones de las habitaciones comunica con la capilla. Este puente de granito sirve de conexión entre ambas construcciones.
Las parras también forman parte del paisaje. Enredadas con la piedra adornan el espacio exterior. Por otro lado, vemos como un gran muro de piedra separa el pazo de los jardines. Una especie de división entre el hogar y el ocio.
Sorprende el mimo con el que se ha cuidado la vegetación del espacio, especialmente la del laberinto. En el jardín se han trazado diversos caminos de tierra para acceder a las distintas zonas del recinto.
Incluso los objetos que tradicionalmente han sido relegados a rincones poco visibles, cobran vida en este jardín. Aquí vemos como una papelera emerge de la vegetación y participa del paisaje.
La existencia de una temperatura adecuada unida al ambiente propicio del lugar, facilitan el crecimiento de árboles frutales. Los limoneros forman ya parte de esta pintoresca estampa vegetal.
Los jardines que envuelven el Pazo do Río cuentan con dos pozos en su haber. En la placa de éste que observamos en la fotografía se nos recuerda que lleva allí desde el año 1885.
Para que el visitante no se pierda entre la multitud de caminos, unos indicadores nos dicen en todo momento dónde estamos y, en caso de duda, nos conducen a través de las diversas zonas ajardinadas.
Unos originales bancos retorcidos permiten descansar en el recorrido por el exterior. Trabajados en madera, llegan a darnos la sensación de que han crecido del mismísimo suelo que pisamos.
El interior se ha revestido aunando la actualidad de un recurso como es la tesela con la tradicional concepción de los vestuarios localizados en las piscinas. Las grecas confieren elegancia a este espacio.
En perfecta armonía decorativa con las casetas, destacamos estas cómodas hamacas que bordean el recinto, ideales para el baño de sol. El suelo de pizarra inspira la unión de lo clásico y lo moderno.
La casita de la piscina está construida en piedra y pintada de color blanco, al igual que el resto del pazo. Se trata de construcciones diferentes con un mismo objetivo: atraer la luminosidad hasta ellos.
La piscina de este establecimiento rural tiene unas excelentes dimensiones y se ha cubierto para fomentar su utilización en invierno. El jacuzzi amurallado con cristales también forma parte de la oferta acuática.
La piscina de este establecimiento rural tiene unas excelentes dimensiones y se ha cubierto para fomentar su utilización en invierno. El jacuzzi amurallado con cristales también forma parte de la oferta acuática..
Las casetas que actúan como vestuarios están realizadas en madera de teca. De corte tradicional, están flanqueadas por pequeños árboles en grandes maceteros cuyo color combina a la perfección.