Así que me levanté para empezar a vestirme. A las 5:30 sonaría el despertador y observaría cómo el barbudo se levantaba para vivirlo junto a mí. Sonó y él se levantó sin rechistar ni un poquito. El viernes le hablé del despierta y sin pensárselo ni un segundo me dijo que sí, que iríamos los tres (Elvis, él y yo). Sin casi casi decir nada nos preparamos, cogimos la mochila con una manta, el trípode, la cámara y el monedero y salimos por la puerta.
A las 5:50 estabamos en Gallecs (Mollet del Vallés) buscando un sitio dónde no se vieran los edificios de la ciudad y tener, así, la sensación de estar solos en la naturaleza. Había muchísimos conejos correteando por los campos y Elvis iba cómo loco de un lado para otro para intentar cazarlos. No tubo suerte. Estaba feliz, se le notaba en la cara. Corría y corría sin pasar ni gota de calor, estaba desatado y encima, podía comer hierbas a su antojo, vamos... un planazo para él.
A las 6:12 empecé a hacer fotos. El cielo estaba rojizo y quería captar todo lo que pudiera (no soy buena fotógrafa y cuantas más, mejor). Pero a las 6:16, la hora punta de la salida del sol, me quedé embobada, que impresionante ver moverse el sol de esa manera!
Después de disfrutar de ese espectáculo decidimos ir a por cruasanes para desayunar bien antes de volvernos a meter en la cama con la mejor de las sensaciones.
Igual os parecerá utopico o exagerado pero me volví a la cama con la sensación de haber vivido algo que, aunque tengamos la posibilidad de ver cada día, pocos disfrutan y eso, me hizo sentir muy pero que muy bien.FELIZ SAN JUAN!