Hace mucho tiempo que tengo abandonada la escritura.
Exactamente desde que comencé el blog.
Tener un espacio web de contenido propio absorbe muchísimo tiempo
y si a ello le añadimos las tareas de madre, trabajadora fuera de casa
y, claro está, dentro de ella, gestora y economista doméstica, abogada
de pleitos pobres contra multas de tráfico y otros reveses cotidianos,
vecina resignada a pagar derramas desorbitadas...
Uff, ya pasó, ya pasó...
Sí, hace mucho tiempo que tengo abandonada la escritura,
excepto la que realizo para la edición del blog.
Y también hace mucho tiempo que tengo abandonada la lectura.
Exactamente desde que comencé el blog.
Ahora mis lecturas son virtuales y si no echo de menos el tacto y
el olor de los libros, es porque ellos son el objeto de mi profesión.
Pero teníais que ver mi cara cuando me veo en el depósito de la
biblioteca rodeada de las mejores obras de la literatura universal
sabiendo que me quedan tantísimos mundos por descubrir...
En fin, ya pasó, ya pasó...
Incluso para visitar y leer los espacios que me inspiran me falta
el tiempo que quisiera.
Pero seguro que a muchos os suena esto como si estuviera
hablando de vosotros, ¿verdad?
Sí, el mal actual: la falta de tiempo.
Y más de una vez se me pasa por la cabeza poner en práctica esa
filosofía y estilo de vida del que tanto se habla ahora: slow life.
Pero, como soy de extremos o no me organizo bien, apenas si consigo
ser selectiva y poner en práctica el llamado movimiento lento,
ir alejándonos de actividades, presiones y pensamientos que nos
quitan tiempo y energía para lo realmente importante: vivir.
En mi caso todo lo resuelvo con "un día de estos hago caso a Jobs"
(Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo
que voy a hacer hoy? Y si la respuesta era no durante
demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo)
Pero no es del vertiginoso ritmo de la vida actual de lo
que os voy a hablar hoy.
Es de sentimientos expresados.
Antes con la palabra, ahora con la fotografía.
Quiero compartir con vosotros un poema que escribí hace ya
tiempo pero que he publicado sólo hace unos días en mi página de
Escritores Complutenses.
Un poema que tenía guardado a pesar de que lo considero mi mejor
texto, no sólo porque es el único que no he tenido que retocar nunca,
que salió tal cual, de golpe y que quedó impreso en mi cabeza
de manera que no tuve que correr a buscar lápiz y papel para apuntarlo
antes de que pasase la inspiración.
Fue algo especial, como si me lo hubieran dictado.
Para escribir otros poemas siempre he necesitado mis propios
"paraísos artificiales" (llanto, humos...) pero en este caso estaba
limpiándo los zapatos a Javier, que aún era pequeño, después de cenar.
Hacía días que me habían dado la noticia de la muerte de alguien
muy especial, queridísima amiga de la infancia, y el poema
salió solo y maravilloso, como una evocación.
Como las fotografías que acompañan el texto...
Una flor y un barco
A Pepi Barco
Preciosa flor de un día
Botón del verde de tus ojos
Ni siquiera capullo, mientras las demás mostrábamos altivas las corolas
Cuando dejé el jardín aún lucías pequeña y delicada
Me contaron después que tus pétalos abriste
y no hubo más color que la luz por ti emanada
Te celebraban todos
Hasta mí llegó el rumor de sus halagos
¿Qué vientos te azotaron y quebraron?
¿Qué jardinero te escogió sin entender que, de todas,
necesitabas más cuidados?
En un último esfuerzo diste fruto, para después cerrarte como loto
y antes de marchitarte, preparaste ese barco que siempre te seguía
Cuando llegues a puerto, a ese donde nunca azota el viento,
donde otras flores encontraron su refugio, hallarás una especial, igual que tú
Cuídala por mí hasta que yo llegue, para formar un corro como aquél
en el que tú lucías pequeña y delicada
Con los macros de esta entrada participo en los jueves fotográficos de
Nika Vintage