Si sois asiduos de las redes sociales el comienzo de semana os sorprendería con
el mil veces mencionado blue monday y, si como yo, no lo habíais oído nunca
quizás pensasteis que se trataba de una versión "rebajas de enero" del black
friday. Al menos fue lo primero que a mí me vino a la cabeza.
Pero no, el blue monday es por lo visto el día más triste o deprimente del
año y parece coincidir con el tercer lunes de enero. Pensé que era lógico:
depre postnavideña, cuesta de enero, días cortos, grises y fríos... Lo que
no entendía era el porqué del blue en vez de un gray o un grey más
acorde con la idea de día plomizo, sin luz, triste y depre. Tampoco me
cuadraba que se le hubiera puesto una fecha única cuando deberían
ser dos, una para cada hemisferio si la explicación era básicamente
estacional.
Dejando de lado los colores con que las distintas lenguas identifican la tristeza,
estuve buscando el origen de la teoría del blue monday que en principio parecía
tener una explicación científica y al final resultó ser puramente comercial,
surgiendo a raíz de una campaña publicitaria que se hizo hace años.
En cualquier caso, estos días de enero y el propio mes de febrero, salvo que
seas un forofo de los carnavales, son realmente tristones y creo no ser la
única a quien enero y febrero resultan los meses menos atractivos del año
en el hemisferio norte.
Sí, se puede decir que he tenido una grey week sin apenas ganas de nada,
poco motivadora y que unida a lo debilucha que me dejó la gripe ha dado
como resultado que el prometido post con el reportaje del B&B que nos
acogió las vacaciones navideñas quede pospuesto para el lunes.
Pero el fin de semana está a la vuelta de la esquina y la cosa empieza a tomar
otro color. ¿Rosa, quizás? No, para mí azul porque precisamente es el color que
más me motiva, el que mejor me hace sentir, el que más me favorece.
Y como es viernes os traigo un DIY muy fácil, económico, bonito y con
posibilidad de doble uso: portavelas o florero.
Ideal para compartir en los Findes Frugales de Marcela Cavaglieri.
Tan sólo necesitaremos un bote grande de cristal, de los de conservas,
tijeras, una pinza y cordón grueso.
Yo utilicé cordón de sisal porque buscaba un resultado natural y algo rústico,
pero quedaría igual de bien con cordón de lino encerado.
Cortaremos un número par de tiras de cordón de un largo unas cuatro veces
mayor que la altura del tarro. En mi caso corté seis tiras de cordón pero si
queremos una red o malla más tupida añadiremos más tiras de cordón.
Haremos un nudo uniendo los cordones en la mitad del haz de tiras y lo
colocaremos en la base del tarro para empezar luego a formar la malla
anudando las tiras de dos en dos de manera alternativa, ayudándonos
con la pinza para mantener los cordones estirados en la parte superior
del tarro.
Cuando hayamos cubierto todo el tarro iremos enrollando las tiras de cordón
restantes sobre la boca del mismo, anudándolas entre sí.
Finalmente enrollaremos encima algo más de cordón nuevo para cubrir
totalmente la boca del tarro.
Así de sencillo conseguimos un recipiente reciclado y decorado que quedará
ideal introduciendo una vela gruesa como portavelas, por ejemplo.
¿Qué os parece cómo queda en este rincón de inspiración noretnic?
El puf de cuero y la alfombra de lana de cordero con diseño de rombos
son dos de los must have más buscados en decoración y, como os comenté,
los conseguí por muy buen precio en Chaouen: 20€ el puf y 40€ la alfombra (100x150cms).
Los cojines de estilo nórdico son dos DIY que ya compartí en su momento con
vosotros: el de rayas blancas y negras aquí y el jaspeado de trapillo en blanco y
negro aquí.
Nuestro tarro decorado con técnica macramé queda igual de bonito como
florero, ¿no os parece?
Os deseo un feliz y colorido fin de semana, sea cual sea el color
que os haga sentir mejor ;-)