Cuando estaba estudiando y tuve que elegir la especialidad, tenía muy claro qué significaba ser decorador, y sabía que no era lo que yo había elegido. Decorar era la parte que no te enseñaban, lo tenías que llevar dentro.
Decorar es dar vida a un lugar y sacar lo mejor del mismo: dar color, elegir un acertado atrezzo, y hacer un espacio acogedor y con gusto.
Pero ser interiorista es distinto: hay que hacer un proyecto, plasmar una idea, estudiar un pasado, unas necesidades. Infinidad de cuestiones y situaciones en las que hay que saberse manejar muy bien.
En el trabajo del interiorista es muy importante el trato con las personas. Hay que saber escuchar al cliente, y ser capaz de trasladar sus gustos a un papel. Después, habrá que tratar con muchas personas que van a dar vida a tu idea, coordinar diversos equipos de trabajo, y hacer que esa idea sea finalmente la adecuada: que quien la disfrute sienta que es suya.
Un decorador puede elegir un cuadro bonito y colocarlo en el sitio adecuado, va a poner colores a las paredes y los tejidos adecuados en las sillas o sillones, de cualquier lugar, elegirá una pieza especial con la que dar originalidad, sea una lámpara o una alfombra, porque tiene ideas bonitas y las sabe ordenar. La decoración de interiores no es fácil, pero es más una cuestión de gusto y sensibilidades. Siempre he creído que el decorador nace, no se hace.
Pero para ser interiorista has de hacer muchas cosas mas: además de ser un buen decorador, debes tener sensibilidad, la capacidad de trabajar en equipo y por supuesto tener mucha, mucha experiencia, ¡cuanta más mejor!
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Imágenes vía Pinterest