Me ocurre a menudo, mientras preparo un DIY se me cuelan otros.
En la fase pintura, mientras decido el color, aprovecho para pintar "otras cositas". Esto es lo que sucedió la última vez, pintaba mi "coffee box" y con el rabillo del ojo vi estos cartelitos plantados en un parterre del jardín.
Estaban herrumbrosos y habían perdido su leyenda, eso sí se veían a la legua porque su color original había degenerado en un color horroroso azul-mono-taller-mecánico.
Froté un poco con un cepillito de puas metálicas, sí de esos que hacen que los dientes te crezcan hasta el suelo cuando rozas el metal oxidado y aparece el hierro saludando.
No quería que quedaran impecables, no tocaba. Prefiero darles ese aire como de "heredados", me gustan los objetos que esconden vidas pasadas y que parece que quieran contarlas.
Después de una primera mano de pintura lijé un poquito, fue entonces cuando aparecieron otros letreros, otros nombres que habían dado fe de plantaciones de otras primaveras: tulipanes aquí, albahaca, yo que sé...
Aproveché y la parte central la cubrí con pintura de tiza color vintage que compré a Lucía hace tiempo y que he utilizado para un montón de proyectos, no se acaba jamás.
otro poquito de lija incidiendo en los bordes y aparecen colores maravillosos mezclados con óxido.
Con estos pocos recursos he creado unos marcadores a coste mínimo, pero que son realmente bonitos. Siempre que puedo cocino con aromáticas frescas, tienen todas las fragancias que se pierden al liofilizarlas y lo mejor es que se reproducen. La planta de la ciboullette (cebollino) es rapidísima en su crecimiento, de hecho yo la recorto y en frasquitos la congelo. A la semana vuelves a tener tallitos crecidos para aliñar las ensaladas o espolvorear sobre un queso fresco...
Y como cada viernes voy donde Marcela para compartirlo en su Finde frugal, vente y verás cuantos proyectos traen las chicas.
Este post está enlazado al link party de Olga en inventando el finde.
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