Juntas hemos vivido mucho en estos cuatro años y medio y me apetecía haceros partícipes de un día en mi vida, con mis hijos y mi marido, pero no un día normal y corriente, sino un sábado, y en mi querida Granja, porque es el lugar donde soy más feliz. Y la felicidad, siempre, hay que compartirla.
Así que allá va…
Un sábado en La Granja, comienza temprano. Sí, yo no soy de mucho dormir, y me encanta madrugar para aprovechar bien el día, sobre todo ahora que los días se han acortado mucho y anochece antes.
No nos ponemos despertador, ni mucho menos, pero dejo que entre la luz por la ventana, o si está abierta, oímos al gallo de la casa de al lado que aunque se encuentra un poco desubicado (porque lo mismo le da que sean las 4 de la tarde que las 7 de la mañana), en cuanto oye algo de jaleo en la carretera se pone como loco.
Normalmente solemos remolonear un poco, sobre todo yo, hasta que el Santo pone su cafetera al fuego y empieza a hacer tostadas. En esta casa somos de desayunar de todo. Galletas, cereales, tostadas con aceite, con mantequilla y mermelada, magdalenas…los fines de semana dedicamos un buen rato a este momento.
Luego cada uno tiene su tarea asignada. Como no tenemos lavavajillas, cada uno lleva su plato, cubiertos y tazas a la cocina, y mientras el Santo friega yo recojo la mesa, barro, y dejo el salón recogido y hago la cama.
Los niños se lavan los dientes, la cara, se hacen sus camas y tienen que dejar su cuarto recogido después de vestirse. A la Heredera aún hay que ayudarla, pero se encarga de “ordenar” su cuarto, y por supuesto se viste sola.
A veces nos vamos de paseo por el campo, otras, como en esta ocasión, optamos por jugar al tenis. Este verano hemos descubierto que a los dos mayores se les da realmente bien, y como a mi me dejan jugar a dobles, pasamos un rato estupendo los cuatro, mientras la pequeña patina fuera de la pista.
Llevaba años sin jugar, creo que la última vez fue en la universidad en Inglaterra (unos 15 años ya), pero oye, se ve que los sacrificios de mis padres por llevarme a clases no fueron en vano, y somos capaces de jugar un partido serio.
Después de que nos duchemos y cambiemos los mayores, vamos al pueblo a comprar el pan, el periódico y a tomarnos un aperitivo. Nos encanta sentarnos en la Plaza de los Dolores, y tomarnos algo tranquilamente, o bien en El Castilla o en las Tiendas de la Plaza. Siempre te encuentras con amigos, familiares…
Para comer, si estamos muchos días solemos comer en casa, pero si estamos sólo de fin de semana preferimos comer fuera, ya sea de picnic o en algún restaurante. Este día nos fuimos a uno de nuestros favoritos: El Asador de La Granja (os dejo el enlace al post pinchando en el nombre).
Suelen tener un menú al medio día bastante típico si lo que quieres es tomar judiones (pero tienen otras opciones), y unos postres que te mueres de ricos. La tarta de manzana caliente, es sin duda el favorito de esta familia.
Además lo tienen muy mono puesto, con muchos detalles originales, sobre todo en los que dan una nueva vida y aire a objetos antiguos.
Para bajar los excesos, y aprovechar bien la tarde, nos gusta dar un paseo por el campo. Dependiendo de lo cansados que estemos, y si vamos con más niños pequeños, solemos dar una vuelta al Campo de Polo, mientras los niños juegan al fútbol, o se suben a las tribunas.
Desde allí hay una puesta de sol alucinante, se puede ir con bici, carrito y está lo suficientemente cerca de casa para ir corriendo si se pone a llover o ya están derrengados.
A mi este sitio me trae unos recuerdos estupendos, porque cuando era pequeña algunos viernes por la noche, cuando llegábamos de Madrid, mientras se calentaba la casa, nos acercábamos a la casa que hay dentro del Campo de Polo, y los guardeses que vivían en ella nos hacían huevos fritos de las gallinas que tenían detrás con patatas de su huerta. Un lujo que entonces no apreciaba, y que en cambio hoy en día pagamos barbaridades por conseguir cosas tan naturales.
Cuando anochece toca volver a casa, duchas y baños, ponernos el pijama y picar algo para cenar, delante de la chimenea si es que hace frío (no fue el caso en esta ocasión, porque más que Octubre parecía Agosto), y salvo que tengamos plan con amigos, solemos acostarnos pronto. Es lo que tiene madrugar.
Como ves no es nada del otro mundo, pero a mí me da la vida. Un sólo día así, con este plan, me recarga las pilas para toda la semana. Y ya no te digo si además subo a los Jardines!!!
Hasta hace un año pertenecíamos a un club que hay en La Granja, pero nos dimos cuenta de que aunque el Santo fuera desde pequeño, y yo desde que nos casamos, que al final íbamos poquísimo, porque lo que realmente nos gustaba era hacer excursiones por los alrededores, subir a la montaña, o pasear por el pantano y afortunadamente en casa tenemos donde jugar al tenis, bañarnos en verano, y espacio de sobra para estar con nuestros amigos y sus hijos tranquilamente.
Así que así es un sábado en La Granja con nosotros. Espero haberte podido transmitir algo de toda la felicidad que siento cuando estoy allí, y que hayas disfrutado con esta entrada. ¿Te ha gustado este tipo de post?
Un beso,
Fuente: este post proviene de La Merienda a las 5, donde puedes consultar el contenido original.
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