Habitualmente no comemos en la cocina, solo hacemos el desayuno, pero después de la reforma, no sé si es porque estoy tan contenta con el resultado o por qué, pero me parece el lugar perfecto para hacerlo.
El sábado, después de hacer mis tareas de limpieza habituales en casa, me propuse montar una mesa con lo que tenía en casa, sin comprar nada destinado a ella.
Si hubiera dejado pasar tiempo entre la idea y el montaje, seguro que algo caería para ella en alguna de las tiendas que habitualmente visito, pero como el propósito del post era demostraros que se puede hacer algo bonito, sin necesidad de nuevas compras... dicho y hecho, la luz era perfecta para fotos, y la monté en aproximadamente media hora.
Como podréis comprobar por las fotos anteriores de mi cocina, la vajilla es la que uso a diario y que tengo puesta a la vista en las nuevas baldas que diseñamos.
Puse unos manteles individuales redondos en un tono rosa que había comprado hace algún tiempo para cambiarlos por los de fibra de vez en cuando y la decoré con unas castañas que me había dado mi madre el día anterior, una granada y unas ramas de eucaliptus que tenía en el salón. Servilletas de papel, una vela que habitualmente decora el recibidor y nada más. El resultado, una mesa otoñal muy sencilla y sin grandes pretensiones, pero a mí me parece perfecta. Puede que sea el pavimento Heritage que le da tanto color a la cocina, lo que contribuya a hacerla más bonita, o toda la luz que aportan los muebles blancos ahora, no lo sé, pero ¡me encanta!.
Y ahora viene la pregunta del millón, si cuesta tan poco montar una mesa así de bonita, improvisando con lo que tenemos en casa ¿porqué no lo hago más a menudo? ¡a mi familia les encantó!. Será cuestión de practicarlo.
Y vosotros ¿acostumbráis a poner la mesa bonita para comer?