Los 90 m² de este segundo piso con 35 años de antigüedad resurgieron de sus cenizas, ya que sus habitantes decidieron tirarlo todo abajo y construir sus sueños desde los cimientos. El reto de crear un hogar desde la nada no supuso ningún inconveniente para Carmen, cuyo carácter activo disfrutó de lo lindo poniendo aquí y quitando allá. La profunda dulzura que emana de su personalidad es un sentimiento que percibimos en todos los muebles, en las combinaciones de colores, en los juegos textiles o en los complementos decorativos.
Siguiendo la estela de lo irrepetible, la casa de Carmen es una joya inimitable que camina entre los mares de lo clásico y lo colonial, pero que no le pone impedimentos a la introducción de pequeñas notas modernas. La luz y la amplitud de blancos y terrosos se mezclan con el gusto por lo materiales de origen natural y la presencia de las flores. El color hay que buscarlo en las misceláneas equilibradas de estampados en cojines y cortinas y en las pinturas artísticas que adornan las paredes. La magia vive aquí.
Las rayas verticales son las protagonistas del zócalo que viste la entrada, acompañadas de unos óleos de la pintora catalana Carmen Nacher. El recibidor, con pie de mármol travertino, se apoya en un espejo de importantes dimensiones. Sobre él, hallamos una elegante orquídea de SIA, una bandeja y una lámpara de Urban Gallery y unas graciosas tortugas de Becara.
El salón es una estancia llena de maravillas en la que se apostó por la variedad. Las cortinas granates son de Gastón y Daniela y los estores paqueto estan hechos de lino. Sobre el sofá fresa descansan cojines de KA Internacional. Sería imposible enumerar todos los detalles: mesa de travertino, butaca de rejilla, mueble con toques singulares como elefantes de mármol, meninas pintadas a mano, velas de Zara Home, etc.
Sobre la mesa de centro, que ya lleva una década con Carmen, vemos una caja de hueso, una bola y un velón de Becara. La siguiente imagen es un baúl de El Globo y la que viene a continuación es una auxiliar de mármol con adornos también de esta tienda. Del mismo establecimiento es la mesa con crucetas de madera y la lámpara que la imita. Por último, rayas y flores, el cóctel de estampados perfecto.
Los cuartos interiores, como esta sala que nuestra lectora emplea como despacho y cuarto de estar, requieren de una extrema pericia para ser aprovechados. Los muebles blancos y los tonos marrones que saltan de las cestas de mimbre a las patas de la butaca, y de ahí al material de la silla y a la tela de saco de las cortinas, sirven al objetivo desde el deleite por los materiales naturales.
La propietaria nos comenta que la mayoría de los adornos proceden de Banak y de El Globo, dos de sus tiendas favoritas. Destacan en esta estancia las pinceladas de color verde que aparecen en el camino de mesa, en el plaid de Icíar de la Concha que descansa sobre la butaca y en los dos cuadros que visten la pared. No perdamos de vista el reloj de cuco y los archivadores forrados.
En los fogones predomina la calidez de una madera de dos tonos claros que contrastan en frentes y encimera, esta última luciendo accesorios de Musgo. La cenefa naranja y roja que rompe el alicatado blanco y cambia su orientación en la colocación anima la cocina, al igual que las sillas y la mesa de acero y cristal al ácido de Cancio. El estor paqueto de motivos frutales fue confeccionado por Carmen.
En el aseo, un mueble de estilo colonial de la Boutique del Cuarto de Baño preside el entorno higiénico. Decorado con unas cortinillas de lino, este bonito bajo lavabo sostiene una encimera de mármol en la que se posan complementos de metacrilato y una flor de SIA. La grifería de Rovira es defensora de unas líneas estilizadas y dinámicas, claros estandartes del romanticismo estético.
Las piezas textiles que surgen de los toalleros no fueron elegidas al azar. Al igual que el revestimiento del cuarto de baño, que fluye del beige al tostado, las toallas blancas están rematadas por dobladillos de color café con flores bordadas, perpetuando el ansiado equilibrio que Carmen quiso obtener desde que comenzaron las reformas. Advertimos la presencia de un jarrón con piedrecitas y bambú.
El dormitorio es una verdadera delicia, tanto que hasta podemos saborearlo. La ropa de cama obedece a diversas procedencias: la colcha blanca es de El Corte Inglés, la floreada y los cojines a juego son de Gastón y Daniela, y los de tela a rayas son de Zara. El lecho revela una sensibilidad fantástica, multiplicada por el cabecero de forja pintada de blanco y los remates dorados.
Dos iniciales que antes pertenecían a sendos cojines, realizados con el lino sobrante de las cortinas, fueron convertidas en los cuadros que vigilan la cama. «El beso» de Klimt es el elemento de ruptura dentro de la habitación del descanso. La luminaria del techo, el espejo y la mesita blanca son de Borgia Conty. Sobre esta última vemos la misma lámpara con pantalla de rafia de la mesilla de noche.
Agradecimientos: Carmen Hernández, lectora del canal de Decoración de facilisimo.com