Siempre que voy a la costa pienso en el privilegio que debe ser para los que viven allí abrir los ojos cada día y despertar frente al mar, no hay cosa que me transmita más paz. Podría pasar las horas muertas mirando al horizonte.
Este fin de semana me ha sorprendido la cantidad de despedidas de soltero/a que había por allí. La cafetería del AVE el viernes parecía una discoteca y eran las cuatro de la tarde, en la playa no cabía un alfiler, grupitos por aquí y por allá haciendo las típicas “tonterías” de las despedidas (incluso nos arrastraron a hacer aerobic con una novia y sus amigas en plena playa, ¡con la vergüenza que me dan esas cosas!).
Una de tantas despedidas se divisaba a lo lejos a bordo de un catamarán, me parecía muy apetecible (no la fiesta) sino estar subida en un velero, disfrutando de mis amigas lejos del gentío de la playa. Algo que nos hemos planteado hacer el año que viene, si nuestro bolsillo lo permite.
Ahora que me ha dado por los espacios pequeños, me pregunté si sería capaz de vivir en un velero y no lo sé la verdad. A pesar de que muchos están equipados como la mejor de las viviendas, el concepto debe ser muy diferente (no tanto por el espacio, si no por la forma de vivir en sí), pero una temporadita para probar no me importaría nada. Luego me conformo con un pequeño apartamento mirando al mar :-)
Estos dos catamaranes que hoy os enseño, los he sacado de una web de alquiler de embarcaciones. Esta empresa en concreto se llama BoatBureau, tienen multitud de veleros y cantidad de destinos para elegir, todos de lo más apetecibles. Maravillosos por dentro y por fuera…
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Archivado en: Inspiración, Viajes