Érase una vez una niña llamada Malamén que vivía en un bonito barrio francés en México cuando estalló la Revolución, esto le obligó a pasar gran parte de su tiempo metida en casa donde descubrió una gran pasión: el amor por la cocina.
Se pasaba días enteros probando, descubriendo nuevas recetas y anotándolas minuciosamente en su cuaderno, que guardaba siempre como si de un tesoro se tratase.
Malamén fue creciendo y finalmente murió sin cumplir su mayor sueño:
SER LA PROPIETARIA DE UN RESTAURANTE.
Años después el diseñador gráfico Marco Colin encontró ese cuaderno en su sótano e invadido por el espíritu de Malamén, su pasión y su historia decidió cumplir el sueño de esa niña y montar un restaurante inspirado en ella, donde cada rincón tuviera su esencia? para conseguirlo contó con la ayuda de la Oficina de Diseño de Casas Ricardo y Andrés Ocejo,
He aquí el resultado.
VIA
¡FELIZ JUEVES!
Muuuaks