Hay dos clases principales de gres: el prensado, que puede ser esmaltado o porcelánico, y el extruido, que se divide en esmaltado (klinker) y en natural. Éste último se clasifica a su vez, en función de su acabado, en pulido o no pulido.
El esmaltado es el más adecuado de todos para exteriores debido a su capacidad para aguantar heladas sin deteriorarse. El porcelánico también demuestra ser increíblemente duro ante el uso intensivo o los productos químicos de limpieza. Está indicado para las zonas que vayan a padecer un mayor ajetreo o que se mojen con asiduidad.
El favorito, el porcelánico
El más usado es, probablemente, el porcelánico. Su porosidad extremadamente baja le confiere propiedades excelentes para emplearlo al aire libre. Su apariencia le permite imitar la roca o la piedra natural, abriendo un amplio abanico de posibilidades decorativas.
Su resistencia ante la rotura facilita su implantación en firmes que tengan que soportar grandes pesos, como, por ejemplo, una zona peatonal. Además de aguantar los productos de limpieza, ésta resulta muy cómoda y sencilla. Un baño podrá ser, sin ningún problema, anfitrión del gres porcelánico.
Tantos estilos como acabados
Existen tres tipos de acabados para esta clase de cerámica: el natural, el pulido y el rectificado. El natural no recibe tratamiento alguno tras su cocción, dotándolo de una fisonomía más cruda, típica de las rocas encontradas en plena naturaleza. El pulido, por su parte, alcanza una notoria brillantez, poniéndose a la par de materiales tan sofisticados como el mármol.
Gracias a estas facultades, debemos evitar caer en el estereotipo que asegura que el gres únicamente tiene cabida en los estilos rústicos. Si lo nuestro es el clásico, un buen pulido en un recibidor amplio no tendrá nada que envidiar a cualquier otro revestimiento. Incluso las propuestas más modernas tienen en el gres porcelánico un gran aliado.
El rectificado se está comenzando a aplicar a otros tipos de materiales cerámicos. La principal ventaja que confiere es que permite la modificación de las dimensiones de las piezas, además de asegurar unos dibujos geométricos muy regulares y eliminar los problemas de estabilidad dimensional.
Diversidad de opciones
La variedad en los tamaños y la opción de poder decorarlo hacen que este pavimento pueda adaptarse a todas las situaciones imaginables. Otra técnica que aumenta la belleza del resultado final consiste en el biselado de los cantos o la eliminación de las aristas, que posibilita su colocación sin que se produzcan juntas de separación, haciéndolo mucho más elegante.
El color de la baldosa dependerá de los pigmentos que se quieran añadir a su base arcillosa. La distribución de los mismos es homogénea a simple vista, con la excepción de ligerísimos granulados aislados. El formato más frecuente es el cuadrado y, en menor media, el rectangular.
Las dimensiones de las piezas están aumentando día tras día, ganando en la sensación de monumentalidad y elegancia que confieren al lugar que ocupan. Algunas sobrepasan el metro en cada uno de sus lados, pese a que el empleo de dimensiones mucho menores sigue siendo abundante.
Mirando el bolsillo
El precio es otra de las bazas con las que juega el gres para que lo elijas en tu casa. Oscila entre los 30 € y los 35 € por metro cuadrado, situándose muy por debajo del mármol, que ronda los 80 € por metro y al que puede imitar incluso con mejor resultado. El parqué tradicional sube aún más, exactamente hasta los 100 €.
Si necesitas decidir qué suelo poner en tu nueva casa o te estás planteando un lavado de cara del que ya tienes, el gres es una posibilidad que tendrás que considerar. Precio, calidad, resistencia y versatilidad son las razones de peso por las que cada vez son más los que le dan cobijo en su hogar.