Desde que se construyó en el siglo XVII ha pasado mucho tiempo, pero los dos años que los propietarios de esta casa asturiana han empleado en restaurarla han valido la pena. Esta casona se sitúa en el monte asturiano, concretamente en Santa Eulalia de Oscos, al pie de unas increíbles vistas donde el verde deja de ser un color y se convierte en una especie de amalgama paisajística que lo cubre todo.
Para sus dueños son 15 las palabras con las que se podía expresar todo lo que en ella encontramos: madera, amistad, silencio, valles, verde, pureza, hierro, fuego, ocres, lluvia, olores, tradición, piedra, tiempo y magia. Todas ellas son sensaciones y elementos que se mantienen intactos en su interior, al igual que los muros, contrafuertes, puertas, alacenas y múltiples objetos que pertenecieron a la época en la que la 'Casona del bosque de Pumares' fue levantada.
Anexa a la casa está la capilla y el pajar, además de un precioso hórreo de planta cuadrada. Se ha añadido a la construcción un corredor cubierto que mira al exterior y en el que se sirven los desayunos.
Cualquier rincón de la construcción ha sido aprovechado para crear ambiente. Este altillo en el que se han colocado una cesta y una vieja jarra de porcelana con mimosas son ejemplos de ello.La piedra y la madera son los elementos que más se han cuidado en la restauración. Las planchas de pizarra que cubren el suelo dan un aire rústico a los elementos que conforman el conjunto.
También las piedras son un elemento muy reiterado en la decoración de la casa. Abundan los pequeños grupos escultóricos como éste, que se sitúa en uno de los pasillos que conduce a las habitaciones.
Tanto es así que las piedras, en este caso de pizarra, se han aprovechado para dar nombre a diversas habitaciones de la casa a modo de carteles. Los aseos de la parte baja así lo muestran.
Uno de los cuartos del pasillo que se usaba como baño, en la actualidad se ha transformado y es una cabina de teléfonos. En ella se ha mantenido el espacio y los materiales originales.
De las paredes de la lareira cuelgan innumerables objetos y marcos. En uno de estos últimos se han colocado las escrituras originales de la casa. Se trata de un pequeño detalle que adorna la estancia de la casona.
En el respaldo de los escaños que rodean la chimenea se ha colocado un bastidor antiguo. En él una labor con unas mimosas bordadas en hilo forman parte de la decoración.
Entorno al fuego es donde se viven los momentos más acogedores y en familia. En esta chimenea se ha montado una campana de metal negro, combinando así los estilos tradicional y actual.
La leña para el fuego se camufla bajo los asientos del escaño o banco. Se cubre con cojines y se ameniza la estancia en la habitación con plácidas lecturas. El soporta libros es una vieja plancha.
Los huecos que tenían las paredes originales son una excusa para colocar diversos adornos. En este caso, recipientes varios como este caldero de cobre lleno de flores secas son los protagonistas.
Al fondo de la sala se ha colocado el comedor. Una estancia presidida por un piano de pared y por un chinero antiguo vestido con puntillas hechas a mano que sirve para almacenar menaje.
Cuando se entra en la casona, se dibuja una amplia sala entre las luces de los farolillos. Sofás combinados con luces indirectas, una gran alfombra de flores y una mesa de cristal invitan a la charla
De la construcción original de la casa se han restaurado las contraventanas. En madera maciza, conservan las formas de inspiración romboidal con las que se construyeron hace muchos años.
Presidiendo la entrada a esta estancia encontramos este fabuloso baúl en madera labrada. En él se ha colocado una antigua máquina de hacer mantequilla y un tego, un instrumento para medir la cantidad de grano.
Sobre la mesa de madera cuelga una lámpara con forma de quinqué. Su estructura es de forja negra y está ornamentada en los laterales con dos pequeñas ardillas en color negro.