De aquellos azahares
desatados
por la luz de la luna,
de aquel
olor de amor
exasperado,
hundido en la fragancia,
salió
del limonero el amarillo,
desde su planetario
bajaron a la tierra los limones
(...)
Oda al limón, Pablo Neruda
Hoy, que es jueves, hay mercado en mi pueblo. Y muchos se perderán con el amarillo de los limones. Es perfecto y se entiende tan bien con la luz de esta primavera inquieta, que los demás colores le envidian. Si no ha salido el sol, como hoy, su amarillo sembrará dudas.
Cuando se crucen, los limones, por tu camino, míralos como si fueran un regalo. Y tráete unos cuantos a casa, porque la vida con limón sabe mejor.
Sabe a risas. A cotilleos. A meriendas de las siete de la tarde. A un tentempié que no estaba previsto. A una invitación. A jardines con pies descalzos. A terrazas que son oasis. A cocinas con encanto. A mucho jugo. A una ventana abierta. A unas cortinas que el aire acaricia. A unos hielos que se deshacen. A vitaminas que lo curan todo, como un ratito de vida. A un quiero más. A un sírvete tú mismo.
Necesitarás...
- Agua (1 taza)
- Limones (10 o 12)
- Azúcar (3/4 de taza)
Tan sencillo como...
1. Pon en una olla pequeña, agua y azúcar para hacer el sirope. Así sabrá mejor.
2. Corta los limones y exprímelos.
3. En una jarra grande, mezcla el sirope y el zumo de limón.
Si la encuentras muy dulce, te faltará más zumo. Si está ácida, lo arreglarás con azúcar de más.
Después de descansar un rato en el frigorífico, tu limonada estará lista para servir. Y lo haremos como sabemos, con pequeñas cosas bonitas.
¡Disfrútala sorbo a sorbo!
Por cierto, la limonada es también su bebida preferida. Mamá, te quiero.