La tendencia por utilizar piezas vintage en decoración, en moda y en otros
muchos ámbitos de estilo de vida ha supuesto que éstas se revaloricen y
que cada vez sea más difícil encontrar algún pequeño tesoro a un precio
de rastrillo de los de antes.
Pasear por los rastros tradicionales o por muchas de las tiendas de artículos
vintage y de segunda mano que se han abierto desde hace un tiempo puede
resultar decepcionante para quienes somos desde siempre amantes de
esas piezas cuyas imperfecciones denotan una larga y vivida historia.
En mi familia siempre hemos sido "buscadores de tesoros". Mi padre,
apasionado de libros antiguos, de prensas de grabados y otros artilugios.
Mi madre custodiando y regalándonos después piezas de decoración,
ropa de hogar y pequeños detalles heredados de sus antepasados.
Una de las actividades compartidas que realizamos frecuentemente son esos
paseos en busca de objetos evocadores de otras épocas, no sólo en anticuarios,
en rastros o en brocantes, también y especialmente en chamarileros pues es allí
donde la búsqueda, la caza del objeto, resulta especialmente un reto: desbrozar
entre tanto objeto sin valor para descubrir una pequeña joya.
Cuando vamos a casa de mis padres solemos ir al Rastro Betel de Ciudad
Real, o como nosotros decimos "vamos a ver a los amigos del abuelo", porque
mi padre los visita frecuentemente, sabe que para ellos es motivador, que es
una magnífica forma de estar activos, integrados y es su modo de vida. Suele
volver cargado de libros, marcos o algún objeto curioso a unos precios tirados y
aunque algunas veces sean inservibles, es su manera de colaborar con esta
ONG dedicada a la acogida y atención de personas en exclusión social.
Mi madre ha encontrado allí algunas piezas realmente interesantes que ha
restaurado e incluido en la decoración de su casa y que habéis podido ver
en algunos de los post que he compartido con vosotros, como la butaca
de mi cuarto (aquí) o una del jardín (aquí).
Sé que en Madrid también hay Rastros Betel pero he descubierto otra ONG de
las mismas características que tiene tienda cerca de mi casa, el Rastro Reto,
al que me acerco de vez en cuando para ver si encuentro algún tesorito.
No siempre encuentro algo que me interese pero hay veces que sí y la última
vez vine cargada con todo lo que podéis ver en la fotografía de arriba.
Si os digo que todo me lo traje por 28€ (y sin regatear, que se puede, pero
yo no sirvo ni me parece correcto en este caso), ¿qué os parece?.
Me volví supercontenta a casa... Os muestro uno a uno los artículos que
compré y el precio que me costó cada uno.
La caja con dibujo oriental y bordes desgastados fue quizás y proporcionalmente
lo más caro (5 €), pero es que me pareció deliciosa y me viene fenomenal para
guardar pinceles. También pudo influir la fotografía de la cubierta del último
número de Kinfolk Magazine que estoy leyendo y que está dedicado al estudio
del diseño como forma integradora de la comunidad.
Un juego de seis preciosísimas copas de cristal con pie turquesa (10€)
que seguro estreno estas fiestas.
Una copa para helado de cristal con pequeños mamelones en la superficie, 2€.
1€ el bol de cerámica en rayas verdes y blancas.
Un must have de mesas bonitas: jarra de aluminio setentera en rosa, 2€: ¡no daba crédito!!!
Una jarra de vidrio en ámbar, también de los años sesenta-setenta, por 2€
(la había visto exactamente igual en una tienda del Rastro de Madrid por 35€, ¡increible!).
Un delicado florero de cristal verde y opalina blanca que me superencanta
por 5€.
Y finalmente un portavelas de vidrio azul: es moderno y sin valor alguno
pero pero por 1€ no dudé en traerlo a casa.
¿Qué os parecen mis pequeños tesoros de segunda mano?
¿Conocíais este tipo de asociaciones sin ánimo de lucro y sus rastros?
Contadme, contadme...