La Vega del Codorno es el marco que encierra una construcción cuya riqueza interior no tiene igual. Olga llevó a cabo una labor de investigación increíble, puesto que la información sobre la artesanía norteamericana era ciertamente escasa. Tras recopilar gran cantidad de datos procedentes de museos y empaparse de las técnicas artísticas que desarrollaron los colonos europeos al otro lado del Atlántico, Olga se encontró con la ausencia de una red comercial que le permitiera acceder cómodamente al mobiliario y accesorios fieles a este estilo.
Gracias a la importación de varios elementos originales, entre los que se cuentan objetos decorativos, textiles, plantillas de estarcido y algunos muebles antiguos, Olga logró trasladar el estilo de vida colonial de Nueva Inglaterra a la casa Los Roseldos. La entrada de las piezas se completó con adquisiciones previas, trabajos de encargo y algunas joyas heredadas. La propietaria de este singular espacio en mitad del bosque es consciente de no haber sido purista en extremo, pero se siente orgullosa de la adaptación que ha llevado a cabo teniendo en cuenta la exclusividad de su hogar.
El baño principal posee un zócalo alto alicatado en blanco. La parte superior fue adornada con un estarcido original de Maine. El mueble de madera en el que está encastrado el lavabo es hindú, mientras que el marco del espejo procede de antigüedades Villa Victoria. Sobre la encimera descansan varias piezas de porcelana inglesa y el aplique esmaltado de corte retro que ilumina la estancia es original de EE.UU.
En la cocina, situada en la planta baja, se respetó la chimenea realizada en ladrillo refractario por su similitud con las que antaño dominaban los fogones coloniales. Estanterías y muebles auxiliares se convocaron en un espacio donde la comodidad y el tenerlo todo a mano son sinónimos. La atmósfera creada por el catálogo visible de platos, botes y otros útiles de cocina nos transporta a tiempos remotos.
Las zonas de paso también reproducen el estarcido típico de la época colonial. La promotora de esta idea confiesa que "en EE.UU. suelen envejecer artificialmente estos trabajos para dar una atmósfera que refleje un hipotético paso del tiempo, pero yo prefería hacerlo tal y como se hacía de 1770 a 1850 con el fin de disfrutar de esta decoración tal y como lo hacían antes, como si estuviese recién hecho".
Olga nos cuenta que los tarros de aluminio son de estética retro, las cajas de madera son de procedencia Shaker y la vajilla inglesa antigua es de Masons. Mención especial merece la decoración mural, que recurre a dos clases de plantillas, ambas reproducciones de dos casas históricas de Maine y New Hampshire: "un juego completo para el paño del fregadero y una plantilla única para otros dos paños".
El pasillo anterior nos conduce al despacho o sala de lectura, pero antes de entrar en él, reparamos en la cómoda a la que Olga ha aplicado un tratamiento para envejecerla. Sobre la misma observamos una serie de cajas apilables de estilo Shaker pintadas a mano y una colección de figuritas artesanales de origen norteamericano. Los estarcidos, que comparte con la salita, son de Bradford, New Hampshire.
Encima de la mesa hallamos un portacubiertos diseñado por Kathy Graybill que ha sido decorado con rag balls (ovillos de tela), que antaño se empleaban para confeccionar alfombras tejidas o trenzadas. Esta pieza reposa sobre un tapete que unas artesanas Amish fabricaron cosiendo trozos de diferentes telas. Las hornacinas guardan en su interior cestas de mimbre, libros y una maceta.
La existencia de dos paredes maestras en el comedor imposibilitó cualquier reforma encaminada a eliminar su estrechez. La solución que se impuso para frenar el desgaste de la pintura fue la colocación de un empanelado en la parte inferior. Además del brillante protagonismo de la antigua silla Windsor, verdadero centro de atención de la estancia, cabe destacar la mesa originaria de la Huerta de San Vicente.
Tras una cortina Arts&Crafts de Gastón y Daniela, llegamos al despacho. No hay que perder de vista los singulares detalles que adornan este bello rincón. Entre ellos, tomamos nota de la butaca tapizada con una sencilla tela de cuadros. Por su parte, la zona del escritorio está integrada por una silla de caoba de herencia frente a una mesa antigua que los dueños de Los Roseldos adquirieron en Valencia.
Dentro del salón nos sentiremos como en una casa de cuento. Un tapicero que trabaja de forma habitual para Olga y Agustín fue el encargado de vestir los sofás Chippendale que dominan el área de tertulia. La tela de cuadros es un homenaje a las antiguas ambientaciones coloniales, muy del gusto de esta clase de motivo. La mesa es una joya antiquísima traída del otro lado del Atlántico, junto con las sillas Windsor.
En la entrada vemos un mueble de roble antiguo de factura nacional. A su lado, hay un sillón de caoba de herencia tapizado con una tela de kilo americano. La decoración mural se basa en los originales de una vieja granja de Columbus. La distribución de los diferentes espacios de la sala marca las composiciones de los estarcidos, pinturas decorativas que Olga no duda en tildar de perfectas para medios rurales.
Un armario celeste de Juste Requena guarda en su interior la televisión. Sobre él hay colocada una exposición de reproducciones de juguetes de antaño. El frente de la chimenea, hecho a medida está adornado con una pantalla bordada Arts&Crafts importada de Inglaterra. Llama la atención el retrato norteamericano de la época y las bayas multicolores formando guirnaldas por toda la habitación.
Hallamos un elemento rompedor que parece desafiar la armonía: un mueble antiguo nepalí de alcanfor. Olga revela que por aquella época era muy frecuente la incorporación de accesorios de aire chinesco, "ya sea en diseño de muebles, como los Chippendale, o en vajillas", añadiendo que era muy común "la importación directa de vajillas chinas y la imitación de éstas a cargo de fabricantes ingleses".
Hay varios dormitorios. En el más alejado de la salita, vemos un patchwork quilt elaborado con piezas hexagonales que siguen el patrón flower garden (jardín de flores), muy popular entre 1900 y 1930. En el más cercano al despacho encontramos una cama de hierro forjado adquirida en Inthai. El quilt, cosido a mano, responde a los originales de Baltimore. Los estarcidos reproducen un modelo de Brookfield, Vermont.
Unos artesanos valencianos son responsables de la cama de forja del dormitorio principal. Uno de los detalles más originales es yoyo quilt, tejido con piezas circulares a partir de telas de diferentes colores y estampados. El armario provenzal es de Juste Requena, pero Olga lo pintó inspirándose en los motivos florales típicos del Bauermalerei alemán. En cuanto al estarcido, éste procede de Louden, New Hampshire.
La buhardilla es un sueño. Ornamentada con un estarcido de New Hampshire a media altura, la planta superior contiene piezas de inspiración norteamericana, como los retratos de niños y las alfombras de tiras de lana. La creadora de esta habitación afirma que ésta "se concibió como un espacio que permitiera el desarrollo de cualquier actividad de lo más pequeños, incluidas las reuniones con amigos".
Agradecimientos: Olga Villanova, responsable de Orbe decor