Cuando Christina compró la casa, tenía la intención de pintar sus paredes totalmente de blanco pero finalmente prefirió dejarla tal cuál, con los viejos papeles pintados y la pintura original como testimonios del pasado. La propietaria, encandilada con la personalidad de este antiguo edificio, decidió preservar su alma y su espíritu, haciendo las mínimas reformas.
Simples bombillas iluminan las diferentes estancias, dónde sólo se ha añadido una lámpara de pie industrial en el salón. El resultado es de máxima simpleza y austeridad decorativa gracias al mobiliario recuperado, del que destacan las camas metálicas, la bañera, las antiguas maletas y cajas de fruta, la chimenea, el viejo horno o las tarros y botellas reconvertidos en hermosos jarrones.
Fuente imágenes: Klikk
El espíritu nostálgico de este hogar resulta evocador y delicioso. ¿No os parece? Feliz entrada del otoño!
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