El día que me atreví a ser feliz
Caroline Vermalle
Dicen que son odiosas, las comparaciones, pero a veces resulta inevitable hacérselas. A mí una casa (casi) vacía como la de hoy me recuerda a un lienzo en blanco o al primer minuto del día, cuando tienes 24 horas por llenar. También me hace pensar en una agenda el 1 de enero y en una libreta por empezar, si puede ser con hojas sin cuadrículas. Y aún se me ocurren más comparaciones, por ejemplo a unas botas de agua que todavía no han bailado con la lluvia.
Lo más increíble es que los ejemplos utilizados, aunque no tienen mucha relación entre sí, me provocan las mismas emociones. Idénticas. Las casas vacías, los lienzos sin pintar, los primeros minutos del día, las agendas el 1 de enero, las libretas sin empezar o las botas de agua sin lluvia consiguen despertarme de repente. Me llenan de energía. Todo está por estrenar. Por eso, el siguiente paso es buscar maneras para vestir de vida estas cosas evitando así que se queden desnudas: hay que ser valiente o ir a por todas, que viene a ser lo mismo. Por cierto, qué invento la ilusión. Y las ganas. Y todo junto. Si ya lo dicen, querer es poder.
Feliz domingo a todos,
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