Si existiera un café que fuera más que un café. Un lugar que cambiara de calle y que a todos nos robara un poco de tiempo. Un café o una forma de empezar el día. Y un soplo de vida cuando la noche se refugia en las casas.
Un café de escritores, de inventores de sonrisas, de amantes anónimos, de amores que se susurran te quieros, de pintores que mezclan colores sin saber. De mujeres, de hombres. De todos. De lo de antes y de lo que vendrá. O sólo de ahora, ¿para qué más? Un café para el mejor plan o para el que te voy a contar. Si existiera ese café...
...Se harían declaraciones de amor temprano, a primera hora de la mañana, incluso cuando las palabras tienen fiesta...
...en las mesas quedarían estrellas que habrían pasado la noche en vela, en ellas...
...las galletas nunca serían iguales. Pero siempre sabrían a comerse el mundo...
...habría muchos libros. Tantos como sueños. Porque el requisito para entrar sería compartirlos. Los libros y los sueños...
...y se darían flores a quienes pidieran el café para llevar y dejaron algo de ellos. Un suspiro me vale.
Si existiera ese café, seguro que hoy estaría abierto, para que nos encontráramos allí. Para que nos dijéramos todo o nada. Para que nos volviéramos a encontrar por primera vez y nos quedáramos con ganas de más. Todo sería un poco más real, incluso lo que no ha pasado. También ese lugar.
Si existiera ese café...
¿Irías?