Lo cierto es que el concepto del salón ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. Antiguamente el salón era la zona noble y formal en las viviendas, mientras que la estancia familiar era, o bien una pequeña sala adyacente en las casas grandes, o bien el hogar o cocina en las casas más humildes.
La zona de recibir se conservaba como un espacio de exposición y formalidad. A menudo, los niños tenían prohibida la entrada en estas zonas y se conservaba siempre intacto. En las casas humildes, estos espacios de recibir coincidían más con alguna zona de distribuidor de la casa o alguna pequeña zona de tertulia con un banco u otra pieza de asiento, pero no disponían de un salón formal.
En estas casas humildes, la vida familiar giraba en torno a la cocina, donde se situaba el hogar y resultaba la zona acogedora y caliente de la casa. Esta distribución es la que precisamente se está extendiendo hoy día por las menores dimensiones de las viviendas y por la incorporación de los conceptos abiertos, que integran salón, cocina y comedor.
En mi caso, el salón es la zona “formal” y la familiar. Intento que no sea una jungla y establezco algunas normas con mis hijas, para incitarlas a pasar más tiempo en su zona de juegos con los juguetes. Sobre todo porque en el salón la actividad principal para ellas es la tele, mientras que en su zona de juegos, siempre acaban sacando los juguetes (y eso precisamente es lo que yo quiero, que jueguen con todos sus juguetes). Sin embargo, mi casa no es grande, y el salón tampoco, además integra la zona de entrada, de comedor, ¡y mi zona de trabajo! Así que es una estancia multifunción que a menudo se me queda pequeña.
En cuanto a la decoración, tampoco marco un estilo porque el vivir de alquiler me hace tener que encajar a modo de puzzle piezas que tengo de antemano. Hago cambios con frecuencia, pero no llevo a cabo un diseño integral de la estancia porque algunas piezas de mobiliario las quiero conservar sí o sí, aún sabiendo que no son las ideales para la funcionalidad del espacio. Como la chaise longue, la mesa de bronce y mármol o el secreter que uso de escritorio, todas ellas piezas heredadas.
Además, mi inquietud por la decoración me hace incorporar piezas nuevas con frecuencia (la última adquisición, estas preciosas sillas de caña de Vide Greniers para mis hijas). En cuanto al textil, la vida familiar mi frena de invertir demasiado, y lo último ha sido cubrir sofá y butaca con fundas de lino y algodón, para dejar que durante unos años sufran el trasiego de zapatos, meriendas, pinturas, yogures y demás. Eso sí, en los cojines me puedo permitir más libertad. Los que tengo proceden de Zara Home, KA International, Pottery Barn, Icons Corner, Homes in Heaven, y la última adquisición, los cojines de lino del Taller de Chloé.
Bueno, ya veis, ¡al final es un salón de supervivencia! ¿Qué os parece?
Si queréis ver más espacios inspiradores, os invito a que os deis un paseo por todos los posts de mis compis, ¡y de nuevo con invitada sorpresa!
Agosto 31
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