Una de las cosas buenas que tiene el frío es que se puede combatir más fácilmente que el calor cuando estás en la calle – es solo una cuestión de capas. Otra, que puedes practicar el ya famoso hygge danés al calor de una chimenea. La imagen es absolutamente romántica. Imagina: un fuego crepitando, unos patucos en los pies, una tacita de café (humeante) en las manos, un apasionante libro (sobre el regazo, porque no me quedan manos) y por si todavía no sientes suficiente calor, una manta de esas tan trendy hechas de punto. Mmmmm … (pongo cara de tonta), ¡domingo perfecto!
Foto de @quellejoy ¡Shit! Pero es que mi chimenea es abierta
Vaya, acabo de recordar algunas experiencias pasadas con mi chimenea que acaban de dar al traste con esta idílica imagen:
la fatídica chispa que cayó en mi mejor alfombra dejando un cráter del tamaño del Cañón del Colorado. Una ruina. Y dando gracias, porque si hubiese sido un tronco …
el maravilloso olorcito a café que nunca aprecio. Con el humo, no huelo ni aunque lleve Chanel nº5
el camión de troncos que gasté la última vez. Sí, mi chimenea consume troncos como un hamster pipas. Así que, literalmente, mi momento hygge ha dicho bye-bye. Esto explica por qué mi chimenea aloja la mayoría de las veces un montón de libros – y alguna que otra vez, cuando necesito un puntito romántico, unas cuantas velas.
Foto de arty-shock.nl ¿Y si la cierro?
Estaréis de acuerdo conmigo en que tener una chimenea y no usarla es de locos. Por ese motivo me estoy planteando seriamente cerrarla. Indagando, he averiguado que las chimeneas abiertas son menos eficientes que las cerradas. Consumen muchísima más madera al no poder controlar la entrada de aire y regular el ritmo al que arde la leña. Hecho que incide en cómo se reparte el calor por la estancia: al lado de la chimenea te quemas, pero si te mueves por la habitación, necesitas una manta sobre los hombros.
La limpieza también es un plus a tener en cuenta, ya que un cerramiento evita que salga el humo o la ceniza. Pero, sin duda, lo que mas me convence es la seguridad. Unas puertas me darían la tranquilidad que necesito para dormitar en el sofá sin soñar con el volcán Etna. O para poder irme a la cocina a preparar un piscolabis sin imaginar que cuando vuelva tendré una barbacoa en el salón.
Foto de Madaboutthehouse.com Pero ¿cómo lo hago?
La pregunta que realmente ronda mi cabeza es … ¿cómo cerrarla sin que ello afecte al diseño de la chimenea o sin que limite -acorte- el espacio del hogar?
Una posible opción es colocar un casette o insert dentro. Sin embargo, la mayoría suele tener bastante carcasa y poco cristal. Muy mazacotes. Esto podría afectar al estilo de mi chimenea y por supuesto limitaría la visión panorámica que ahora tengo del fuego. Por no mencionar que para instalarlo debería romper la campana, insertarlo y tabicar de nuevo a su alrededor. Vamos, para eso mejor tiro la chimenea que tengo y la hago nueva.
Otra opción -la más viable en mi caso- son las puertas de chimenea Hot Fire Door. Utilizan un cristal vitrocerámico que aguanta la intemerata de calor. Cristal que va encastrado en un marco metálico que se atornilla fácilmente al hogar, sin modificar su estructura y sin obras. Además se adapta a cualquier espacio, tamaño y diseño de chimenea. Y lo mejor de todo, puedo pedirlas online e incluso instalarlas yo misma. Bueno, con eso quiero decir que cualquiera puede instalarlas. Los tornillos y yo no nos llevamos bien:-)
Y tú, ¿qué tipo de chimenea tienes? ¿o todavía no tienes una? Aunque… si estás leyendo esto, es que interés no te falta:-)
Actualmente puedes optar por un diseño moderno de chimenea, que no necesariamente tiene que ser de leña. Es más, con los modelos de gas o bioetanol no necesitas ni tiro ni extractor de humos por lo que vivir en un piso ya no es excusa para no ponerla. Tampoco lo es el bolsillo, ya que las hay para todos los tamaños (de bolsillo, se entiende). Alternativas hay muchas. Incluso es posible que acabes instalando una … en el baño!
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