De todo ello, dejan testimonio las postales que cada día se imprimen de la ciudad. La mítica zona del puerto es famosa por la panorámica de sus blancas galerías, mientras que las cristaleras de colores y los grandes edificios modernistas son la fachada con la que se encuentra aquel que recorra el paseo de As Mariñas y sus alrededores.
Blancas, de colores, de forja, de madera...; todos los estilos tienen cabida en las galerías de los edificios. Es cierto que el paso del tiempo ha ido haciendo mella en muchas de ellas, pero otras han sido restauradas por sus actuales dueños. Así, las más modernas y de reciente construcción tratan de adaptarse a la estética ya establecida. Sea como sea, A Coruña es una ciudad de mar, pero también de balcones y galerías.
A pesar de que el color predominante es el blanco, muchas fachadas han preferido usar colores fuertes combinados con las balaustradas y los muros del edificio. Uno de los motivos de tanto color es dar originalidad y vida a los balcones blanqueados.
Como si de vallas caleadas se tratase, los balcones coruñeses lucen a lo largo del año sus mejores galas. La plaza de María Pita, en el centro de la ciudad, es un ejemplo de ello. Blancos y llenos de encanto, dan una estética particular a la plaza. El mismo efecto será el que llene el resto de las calles.
Las columnas aparecen también en muchas casas. Combinadas con tonos suaves y pastel dan calidez a los edificios. Escondidas en cualquier rincón, nos traen a la memoria las viviendas de corte neoclásico.
Otros edificios se decantan por mantener el color blanco de los balcones pero, a la vez, no temen pintar las fachadas. En este caso, un toque marinero en azul nos recuerda que estamos en un puerto de mar
Pero el color se reparte también a veces de manera más artística. Muchos cierres de galería son pequeñas obras de arte. Aunque de estructura blanca, los detalles de los frisos se han pintado de colores y de manera minuciosa.
Hojas de acanto y volutas de estilo clásico componen algunos de los motivos que unen las cristaleras. De este modo, la influencia del estilo clásico de los templos romanos y griegos viaja hasta el corazón de Galicia.
Estos pequeños motivos en madera no son sólo adornos. Muchas veces actúan como contrafuertes mientras que, en otras construcciones, dan sensación de ser un auténtico soporte cuando en realidad no son más que un detalle estético.
Las galerías, majestuosas en muchos casos, no hacen que se pierda el gusto por el detalle. Esta preocupación queda clara viendo los pequeños angelotes que sujetan las esquinas de muchas de ellas.
Muchas fachadas conservan también, junto a sus balcones, grandes murales de azulejo. El color, las flores y los artísticos jarrones que las contienen son los temas más recurrentes. Las teselas de colores, aunque antiguas, nos recuerdan perfectamente lo que significaron.
Pintada en color marrón, esta especie de sátiro adorna los barrotes de la galería. De estructura curvada y a modo de dibujo fantástico, está tallado en madera.
En la misma fachada se conservan un sinfín de detalles del modernismo del momento. Este es el caso de estas flores de forja que todavía se conservan en perfecto estado.
Las balaustradas de este edificio son bajas y reposan sobre cabezas modernistas. El color verde y luminoso de los detalles nos devuelve, estéticamente hablando, a los años más recientes del charlestón.
Las décadas de los años 20 y los 30 ha dejado huella en las galerías coruñesas. Las formas redondeadas en la decoración así lo demuestran. Llenan no sólo muros, sino enmarcaciones de muchas galerías.
Las formas lánguidas y alargadas de muchas fachadas son restos del Art Decó coruñés. Estas piezas negras que se escurren por la majestuosa fachada son una prueba histórica de esta corriente.
También las columnas son a menudo protagonistas de las fachadas. De corte neoclásico, barroco o vanguardista, están a pie de la calle. Soportan volutas, florones y un gran abanico de detalles arquitectónicos.
Y si nos queda alguna duda al respecto, varias galerías llevan grabada su fecha de construcción. La estructura, perfectamente rehabilitada, permite ver con claridad el año en que se levantó este edificio.
En otras ocasiones los cerramientos se combinan con elementos de la arquitectura clásica. Este es el caso de las galerías que unen a los cristales y a la madera las columnas. Todo ello como si se tratase de un pequeño balcón incrustado en la galería.
Los detalles en piedra imperan en las galerías. Caras de corte clásico, contrafuertes en piedra tallada y medallones floreados son algunos de los objetos que se colocan junto a las galerías.
Los marcos sobre los que se colocan las cristaleras son variados. Las formas cambian en función de tipo del galería ante el que nos encontremos. Las más habituales son las que cierran el cristal en cuadrado.
Muchas de las galerías que están frente al puerto han empleado el cristal de color. Azul y verde con acabados redondeados son el tributo de los constructores de antaño a estas fachadas.
Otras hacen curvas en su cierre, llegando incluso a cerrar la propia galería con forma redondeada. Sus líneas son más suaves y los contornos parecen más artísticos y estilizados.
También hay muchas galerías en las que parece predominar el marco sobre el cristal. Este predominio de la forma sobre el vano acristalado cierra de alguna manera la estructura exterior del edificio.
El color ilumina muchos de los balcones. Las pinturas de las fachadas se entremezclan con barrotes de forja negra y coloridas paredes. Debidamente restauradas, rompen en muchas calles la monotonía urbana.
Los balcones siempre se han asociado más al estilo del sur español que a las tierras del norte. Sin embargo, en A Coruña son abundantes tanto en cantidad como en variedad.
Muchos de ellos han aprovechado la restauración de las fachadas. Ahora mezclan la forja con el color de las paredes. En ocasiones se adornan con flores y éstas se entremezclan con la piedra gris.
Pero la forja no siempre aparece sola. Recuerdo de la herencia que dejaron los emigrantes llegados de América son los balcones de estilo colonial. En ellos se combinan planchas de forja incrustadas entre columnas.
Se asoman a la calle y son pequeños escaparates. La forja, unas veces se erige en simples barrotes pero, en otros balcones, es tratada para mostrar originales dibujos. Soles y motivos geométricos conforman su decoración.
Siguiendo todas estas pautas muchos arquitectos diseñan los nuevos edificios. Balcones, balaustradas y mosaicos se colocan en muchos edificios recién construidos. El objetivo, que la ciudad no pierda su estética de antaño.