Qué frío hace aquí dentro siempre y qué pequeño. No te quejes, anda. Con lo que te ha costado decidir si lo cogías. Ahora ya hasta el final. Recuerda que te estás ahorrando seis pisos. Y pensándolo bien, la verdad es que no se está tan mal. Es como si el ascensor fuera solo para mí. Probablemente no vuelva a estar tan tranquila en todo el día. Seguro. Tendría que cerrar los ojos y relajarme un poco, sí. Encima hoy me toca comer fuera. ¿He cogido el postre? Qué hambre...Pero si ni siquiera he podido tomarme un café. ¿Donde están los desayunos en la cama? ¿Por qué no existen entre semana? ¿Quién se los ha quedado?
No lo pienses, venga, desconecta un poco. Cierra los ojos. Ya, pero, ¿y si de repente el ascensor se detiene y entra un vecino? ¿Qué pensará si me encuentra así? Bueno, tampoco es tan raro, ¿no? ¿O sí? Sí, para qué vamos a engañarnos. Por cierto, ¿qué hora debe ser? ¿Ya son las nueve? O este ascensor va muy despacio o el tiempo ha empezado a correr demasiado desde que me he metido aquí dentro. ¿No estará castigándome? He dicho que mañana bajaré a pie, lo prometo pero por favor, que no corran tanto las minutas del reloj que no llego a la tienda, ¡no llego! ¡Maldita sea el turno de mañana! Y encima ahora se para. Se acabó lo de tener un ascensor para mí. Sonríe. Entra alguien. Que parezca que no te importa.
¿Quién es? No me suena aunque claro, es normal, solo conozco a los vecinos de mi rellano. Charo, que siempre me guarda un trozo del bizcocho de manzana que prepara los domingos, y esa pareja que empezó a quererse sin querer. Pero ella, ¿vive aquí? A lo mejor no. Tal vez solo ha venido a ver a una amiga o a su pareja. A lo mejor hay un piso en alquiler y está pensando en mudarse. El edificio no está tan mal como parece. Es antiguo pero tranquilo. Y las ventanas son increíbles. Ni siquiera me atrevo a vestirlas con cortinas. Si supiera un poco más de ella, ¿pero quién soy yo para preguntarle qué hace aquí?
¿Estará notando que la miro? No quiero que se sienta incómoda. Disimula, por favor. Son bonitos sus zapatos. Parece que digan, yo no camino, yo bailo por la vida. Me gustaría ver sus ojos pero creo que va a ser imposible. Ha agachado la cara al entrar en el ascensor. Ahora entiendo porque he dicho antes que aquí dentro hace frío. No es cuestión de temperaturas. Estos silencios. Estas situaciones. Coincides con alguien que a lo mejor no vuelves a ver en tu vida y no puedes saber cómo es su voz. No es justo. En fin, solo un piso. Ya llegamos. Ahora sí. A por el jueves.
¿Cómo? ¿Ha sido ella? ¿Ha dicho que tenga un buen día? ¿Yo? Corre, síguela antes de que desaparezca.
- ¡Espera!
¿Y ahora qué? Me está mirando de una forma extraña, muy extraña. Lógico, me he puesto a perseguirla como una loca. A ver si han sido cosas mías, a ver si lo he soñado, a ver si no ha dicho nada.
- Antes, tú, en el ascensor...
Pero, ¿por favor? ¿Qué estás haciendo? ¿Ya no sabes hablar? Vuelve a intentarlo, la vida es eso.
- Antes has dicho...
- ¿En el ascensor?
- Sí.
- Ah, nada, una tontería, una cosa sin importancia.
- No, sí es importante. Sí que lo es.
También es importante que ahora ella vuelva a sonreír. Que esté aquí, cuando podría haber seguido andando. Que me olvide del tiempo. Que el jueves empiece así. ¿Cómo no va a ser importante?
- Que tengas un buen día, tú también.
Si es que es verdad. Al final, la vida está llena de cosas que no son importantes, aparentemente. Como estas cinco palabras. Por cierto, que tengáis un buen día.
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