A lo mejor soy un poco ignorante o tal vez estoy muy saturada con todo lo que le ocurre al mundo, que desde luego no se encuentra en su mejor momento, pero lo que necesito de vez en cuando es un soplo de aire fresco, una ventana abierta, la primavera intuyéndose cuando todavía no ha llegado el mes de marzo. Quiero detalles, situaciones, observaciones. Frases sin neologismos, vivencias personales, un sentimiento escondido en una línea. Me apetece que alguien, desde su columna, me recuerde que aún se puede escribir sobre la rutina, la amistad, los valores, las contradicciones, los cambios, el miedo, las dudas, el paso del tiempo, los recuerdos o simplemente, que comparta sus reflexiones más intrínsecas. Y me apetece que lo haga sin pretensiones, o en cualquier caso, para que el lector se sienta más vivo. Me gusta ese tono cercano, como si el autor me conociera y hubiera cierta complicidad entre nosotros. Esa magia.
Quizá estas columnas no aportan nada nuevo, seguro, pero qué necesarias resultan en estos tiempos, sobre todo las que te sacan una pequeña sonrisa. Gracias. Siempre digo que son como un desayuno en familia el sábado por la mañana, cuando se habla de todo y de nada. Un café entre dos amigos que hace años que no se ven pero por los que el tiempo no ha pasado. O una conversación de cinco minutos, rápida y a pie en la barra del bar, entre el camarero que seca una por una las tazas y el chico que ahí sigue, persiguiendo su sueño. Son, como decirlo, como un paréntesis para coger aire entre tanta noticia con un toque agrio.
Será que la actualidad manda pero cada vez hay menos columnas así, que se salen de la norma y se fijan en las cosas comunes y corrientes o en las escenas más cotidianas. Textos que hablan de lo que a todos nos ha pasado, de las preocupaciones que vivimos o de las historias que nos suenan demasiado. Ahora abundan más los artículos que se rigen por los hechos del momento. Lo entiendo, faltaría más, pero me niego a pensar que ambos tipos de columnas no pueden convivir en las mismas páginas. Parece incluso que sea una contradicción llevar las pequeñas emociones que nos da la vida a un diario serio. Y sin embargo, nos lo merecemos porque a pesar de todo ahí seguimos, despertándonos cada día para ir a por todas y vivir nuestra particular columna de opinión, en directo.
No os canséis de leer columnas así y guardarlas con mucho mimo.
Sed felices,