Los niveles de mercurio en cada una de estas bombillas está entorno a unos 2 miligramos, mil veces menos que un termómetro, pero esta sustancia es extremadamente tóxica, por lo que quizás no se pueda decir que esa cantidad sea despreciable.
Ahorran más
Presentadas mundialmente a principios de los años ochenta, las ventas de las LFC se han incrementado constantemente debido a las mejoras en su funcionamiento y la reducción de sus precios.
Los primeros modelos requerían temperaturas relativamente altas para generar una emisión luminosa suficiente, parpadeaban, tardaban en arrancar y tenían poco intensidad, pero poco a poco se les han hecho mejoras sustanciales y subsanado esa deficiencias.
Hoy día está demostrado, según muchos estudios al respecto, que en comparación con las lámparas incandescentes, las LFC tienen una vida útil más larga y consumen menos energía eléctrica para producir la misma cantidad de luz.
Hay varios tipo de bombillas de bajo consumo y cada uno de estos tipos tiene sus propias características y se compone de diferentes materiales. Se puede optar por usar fluorescentes (los tubos alargados o las bombillas compactas), halógenas o de iluminación led.
Así, se concluye que las fluorescentes compactas consumen tres veces menos electricidad que una halógena de la misma luminosidad. En cuanto a los LED, a tenor de pruebas técnicas realizadas en laboratorios, las de bajo consumo siguen siendo, hoy en día, entre un 5 y un 10% más eficientes que las LED en el mercado. De hecho, las lámparas compactas fluorescentes utilizan un 80% menos de energía (debido principalmente a que producen mucho menos calor) y pueden durar hasta 12 veces más, ahorrando así dinero en la factura eléctrica.
Sin embargo, hay que tener en cuenta cómo y dónde se van a usar, tampoco son recomendables para cualquier sitio, como los lugares fríos (algunos garajes) o donde vayan a encenderse y apagarse muchas veces (pasillos de comunidades).
Muchos usuarios afirman además que la potencia teórica de las CFL no es real, y que iluminan menos de lo que se dice en las etiquetas. Esto es muchas veces cierto, sin embargo, al parecer, esta impresión se debe más a las numerosas bombillas etiquetadas con una potencia sensiblemente mayor a su potencia real, y es por tanto un problema de las agencias de control de calidad, y no de la tecnología en sí.
Los tubos fluorescentes casi siempre son asociados con una luz blanca tendiendo a azul, lo cual puede ser un problema para personas acostumbradas a la calidez de la luz de una lámpara incandescente, no obstante, hoy en día pueden adquirirse lámparas fluorescentes compactas en colores como luz día, neutro y cálido.
Duran más
Las pruebas realizadas con las LFC en los laboratorios indican que transcurridas las 5.000 horas de funcionamiento, el equivalente al tiempo que lucirían en una casa durante cinco años (unas 3 horas por día), la gran mayoría de las lámparas de bajo consumo siguen encendidas.
Se ha comprobado que pasadas 6.000 horas el 70% siguen funcionando y que hay bombillas que superan las 10.000 horas o incluso las 12.000. De hecho, hay modelos en el mercado en los que el fabricante asegura una duración de 15.000 horas, el equivalente a 15 años de uso. Por eso la principal pega detectada no está en las lámparas, sino en la legislación. No se entiende muy bien que la directiva europea de ecodiseño permita que un 50% de las bombillas de un fabricante puedan fallar antes de que pasen 6.000 horas encendidas.
Con todo, entre sus limitaciones, se incide en el tiempo que tardan algunas en alcanzar su máxima intensidad o en la reducción de su rendimiento en lugares donde puede bajar mucho la temperatura
La polémica
A menudo se alerta del alto contenido en estas bombillas de mercurio y otros metales que pueden resultar tóxicos. Para estudiar su composición química, los distintos componentes de las lámparas han sido analizados en el laboratorio y los resultados muestran que el vidrio, los circuitos y el plástico representan, por este orden, el 86% de los materiales de las bombillas. El resto son metales como aluminio, cobre, hierro, níquel, zinc? O materiales raros como Erbio, Europio, Terbio o Yterbio (raros y difíciles de conseguir, lo que aumenta el impacto ambiental de las lámparas).
En lo que respecta a los metales que pueden resultar más dañinos para la salud, la legislación ha fijado un nuevo límite para el plomo del 0,2%.
Con el mercurio es donde se genera más polémica. Las bombillas de bajo consumo contienen mercurio, un metal pesado muy contaminante. La legislación permite un máximo de 5 mg (la centésima parte de lo que llevaban los termómetros de mercurio), pero todas las LFC muestran cantidades muy inferiores, la gran mayoría incluso por debajo de los 3,5 MG, es decir, que los niveles no superan los límites permitidos par la Unión Europea.
No obstante se recomienda abrir una ventana y abandonar la habitación durante, al menos, quince minutos si se rompe una de estas bombillas. Después, hay que recoger los fragmentos y el polvo utilizando, si es posible, con guantes de goma desechables. Además, si se funde o se rompe, nunca hay que tirar estas bombillas a la basura, sino que hay que llevarlas al punto de reciclaje apropiado.
El reciclado
Se consideran más recomendables las bombillas de bajo consumo que tienen forma de espiral a las de globo (no sólo por estética sino porque son más resistentes), y las de bajo consumo a las LED, pues estas tienen una composición más compleja y, hoy por hoy, son más difíciles de reciclar.
Uno de sus inconvenientes, es que por contener pequeñas cantidades de mercurio, estas bombillas deben reciclarse convenientemente, depositándolas en lugares adecuados. No se pueden tirar a la basura ni al reciclado de vidrio.
En España, según el Real Decreto 208/2005, en su Artículo 4, los compradores de bombillas para uso doméstico podrán entregar sin coste alguno las que vayan a desechar en los siguientes puntos:
En los puntos de venta o distribución siempre que se adquiera una nueva bombilla para sustituir a la desechada.
En Municipios de más de 5.000 habitantes los Ayuntamientos dispondrán de puntos de recogida (Habitualmente en el punto limpio), si la población fuese menor se acogerían a la normativa de la Comunidad Autónoma.
Los fabricantes han de disponer de sistemas de recogida de las bombillas no destinadas a uso doméstico, aunque se les permite llegar a acuerdos con Ayuntamiento y Comunidades Autónomas para que hagan la recogida.
Los fabricantes, periódicamente, trasladarán las bombillas recogidas en los puntos anteriores y las llevarán a los centros de tratamiento habilitados para ello.
Las bombillas de bajo consumo y el medio ambiente
Según los últimos estudios, las bombillas de bajo consumo son la mejor opción desde el punto de vista medioambiental.
Se estima que la sustitución de las bombillas incandescentes en la Unión Europea ahorraría al menos 20 millones de toneladas de CO2 al año, lo que equivaldría a cerrar varias centrales de producción de energía eléctrica.
La utilización de las bombillas de bajo consumo es defendida por organizaciones ecologistas ya que su uso, en lugar de la lámparas incandecentes, no sólo ahorra energía sino que con ello se minimiza la emisión de gases de efecto invernadero y contaminantes. Sin embargo, algunas también se preguntan si no estaremos pagando un precio muy caro con la utilización masiva de las lámparas de bajo consumo.