Aunque las tendencias que vienen nos mostrarán casas más sofisticadas y arriesgadas, me apetecía empezar el año con algo más ligerito —es lo que tiene tanta fiesta—. Claro, que si te cuento que los muebles de esta casa son casi todos de hormigón y acero, pensarás que se me ha ido la olla —o que con tanto turrón, ya no sé si pesa más un kilo de plumas o un kilo de plomo —.
¿Puede tanta contundencia resultar minimalista? Mejor juzga por ti mismo.
Son los amplios espacios revestidos de madera blanqueada los que aportan luz y calidez a la casa. Es la elegancia del binomio gris y beige (sexy greige) el que resta pesadez a toda esa ingente cantidad de hormigón, material que corona cada mesa y que, sin duda, es la obsesión —o pasión—de Johan Israelson, el arquitecto que la ha reformado.
La planta baja era inicialmente un tienda-taller de orfebrería, oscura y delimitada. Se abrieron espacios para que la luz llegase a zonas sin ventanas (como el salón y el comedor). Unos vidrios colocados en ángulo zonifican este último sin restarle un ápice de luminosidad. Diría incluso que aportan cierta sensación de intimidad —¿o es mucho decir?—.
¿Has visto el detalle del botellero, con su escalera y todo, sobre la perfilería de cristal? Queda muy estético y curioso, aunque me pregunto si estos inquilinos son realmente amantes del vino, ya que se supone que el calor asciende. Como alternativa se me ocurre un pequeño espacio excavado en el suelo, como si fuese una caja cubierta por un cristal pisable. Claro, que luego he pensado que estos nórdicos siempre optan por la calefacción radiante y la idea ha hecho puff. En fin, siempre les quedará enfriarlo al fresco. Allí funciona.
Las lámparas sobre la mesa del comedor proceden de las calles de Copenhagen. Instaladas en los años 70 y conocidas como Copenhagen lamps (Kbenhavnerlamper), en 2015, el ayuntamiento sustituyó este icono por ecológicos leds. Afortunadamente, los responsables de esta decisión tuvieron las luces necesarias como para subastar unas 7.000 lámparas que permitiría a los daneses (y a mi) seguir disfrutando de su diseño por mucho tiempo.
El arquitecto, que claramente no es forofo del color, ha empleado, también en este proyecto, su ya habitual paleta de color. A saber: grises —por supuesto—, verde oliva, azul noche y morado. Todos, tonos sobrios, porque … de valientes están las tumbas llenas. Aunque si nos ponemos así, mejor muerta que sencilla.
Y si te preguntas por qué no te he contado donde adquirir los muebles que puedes ver en esta casa, la respuesta es fácil. El 90% llevan la firma de Johan Israelson y el otro 10% (sillas principalmente) son piezas de segunda mano. Aquí no hay ni iconos del diseño escandinavo ni narices. Solo buen gusto.
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