Enamorarse de un determinado paisaje tiene sus consecuencias. Y si no, que se lo digan a Susana y a su familia, residentes de un pueblo de Valladolid que pasan las horas contando los días que faltan para disfrutar de un adosado situado en Prellezo (Cantabria). Al principio, acudían a campings localizados en la zona. Después, comenzaron a alquilar pequeños apartamentos hasta que, finalmente, se presentó la oportunidad de comprar una vivienda en el lugar y no se lo pensaron dos veces.
Su orientación hacia el sur proporciona a sus habitantes más horas de sol, al tiempo que evita la humedad. Pero, sin duda, el gran atractivo de esta construcción es el enclave que la abraza, puesto que los majestuosos Picos de Europa le sirven de telón de fondo. Los 56 m² de los que dispone esta propiedad han sido decorados con un mimo excepcional y con grandes dosis de ingenio, ya que parte del mobiliario y de los objetos decorativos que lo visten son artesanales.
Las vistas que ofrecía el terreno en el que se levantó la casa no dejaban lugar a dudas: tenía que ser allí, en el entorno al que llevaban acudiendo año tras año durante dos décadas, donde volcarían todos sus sueños. A un lado transcurre una vieja carretera poco transitada, mientras que la otra cara es naturaleza en estado puro.
Si dirigimos nuestros pasos hasta la última planta, descubriremos el desván, la auténtica ‘suite’ de la casa. Los muebles no son muchos, pero todos desprenden un carácter único. En este sentido, nos percatamos de que la cama de matrimonio que preside este rincón abuhardillado luce un cabecero muy especial: una red utilizada para pescar.
Susana tenía muy claro cómo quería que fuese el cuarto de los pequeños. Tras plasmarlo en un dibujo, su amigo carpintero hizo el resto. La habitación dispone de tres camas de pino macizo. Algunos tableros han sido protegidos con una mano de pintura. La escalera se apoya en un estante que debajo tiene un perchero. Un pequeño puf completa la estancia.
La distribución de la cocina también fue ideada por Susana y materializada por el carpintero. Tanto la encimera como los muebles con tiradores de aluminio demuestran que las tonalidades suaves continúan siendo las favoritas de la propietaria, así como la inclinación de la misma hacia las cestas de mimbre dentro del mueble esquinero.
El blanco imperante busca su contraste azul en los motivos de las cortinas, en los tapizados y hasta en las servilletas de papel. Los dos taburetes colocados frente al sofá son también obra del carpintero amigo de la familia. Comedor y vitrina desprenden un regusto colonial. El pequeño jardín es la excusa perfecta para comer al aire libre.
El dormitorio principal de este hogar entre montañas ha encontrado en el color blanco un instrumento perfecto para multiplicar la luminosidad. El cabecero de la cama vuelve a ser la estrella de la estancia. Esta vez, Susana ha utilizado una barra de bambú que sostiene, a modo de cortina, una tela que hallamos repetida en cojines y cubre canapé.
El mueble de la televisión ha sido reciclado y plenamente restaurado. A esta pieza de los 70 le han colocado ruedas y un sobre nuevo. Susana confiesa que el detalle de los altavoces no le convence, pero admite que es un método muy bueno para que el entretenimiento audiovisual esté en el mismo sitio y pueda girarse a la vez con total comodidad.
La falta de espacio agudiza la pericia, por eso, al ver que no era posible colocar dos mesillas de noche, se optó por hacer más cortas las patas de dos pequeñas mesas altas. Con el fin de almacenar la ropa adecuadamente, se apostó por un armario de pared a pared pero, en vez de cerrarlo del todo, una parte se tapó con cortinas.