La acertada disposición de la cómoda, el espejo y la silla, recuerda a los tocadores que poseían las damas de la alta burguesía en la Europa del Siglo XIX.
Pero, además, el toque que aportan las paredes, combinadas en gris y blanco, es un contraste moderno que crea un equilibrio y deshecha, por otra parte, la idea de recargamientos barrocos que se tenía hace dos siglos.
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