Como ya os dije en su momento, las dos comparten un dormitorio pequeño, de poco más de 5 metros cuadrados. Tengo distribuidas sus actividades; en este cuarto pequeño únicamente duermen y se visten. En el otro, algo más grande, tienen un cuarto de jugar a su disposición.
Hay quien ve muchos inconvenientes a las literas; yo misma encuentro algunos. Pero el tema es que le encuentro menos que a cualquier otra alternativa. Las dos camas en paralelo me encantan en dormitorios de invitados, pero en el de mis hijas no caben. Ni siquiera me caben dos camas perimetrales. La opción de las camas pequeñas no me gusta, porque después no se encuentran repuestos, ropa de cama ni colchones de calidad.
La cama nido me supone tener todos los inconvenientes de las otras soluciones. Para sacarla cada noche necesito tener todo el espacio frente a la cama libre. Es incómoda de hacer porque siempre va pegada a la pared y pesa mucho. No me gusta nada tener que sacarla y meterla cada día. Y además, el colchón inferior suele ser más fino.
En el caso de la litera, asumo la incomodidad a la hora de hacer la cama. También sé que a la que duerma arriba, la mayor, le costará más ir al baño por la noche sin despertarnos. Pero me ayuda a aprovechar mejor la distribución, me permite darles a cada una su espacio, me gusta estéticamente y a ellas les divierte muchísimo la idea.
Así que en un par de días, mis niñas tendrán su litera y dormirán en una cama que espero les dure muchos años. Durante este mes os iré enseñando el cambio en su dormitorio. Yo, sobre todo, ¡espero que duerman bien durante muuuuchas horas!
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