Esta ciudad está llena de detalles al dar la vuelta en cada esquina. El Chelsea Market es una de ellas, una antigua fábrica de galletas convertida en un mercado de vanguardia con un estilo único, conserva todo el encanto y ha sido acondicionado incorporando en su mayor parte, materiales recuperados para su reforma. No existe el hilo musical en este centro, el ruido del agua nos acompaña durante toda la visita, producto de una enorme tubería recuperada que hace de fuente.
En este edificio se reinventa el estilo industrial: tuberías vistas, un reloj que ha resistido el paso del tiempo y vigas al descubierto, para combinar a la perfección con comercios de vanguardia.
Aquí puedes encontrar tiendas para todos los gustos, para mí, una de las que más me inspira es sin duda Anthropologie, por el diseño de sus artículos y por su exclusivo estilo de decoración.
Pero sin duda, el mejor ejemplo de rehabilitación y recuperación de esta ciudad es la visión del espacio que tienen al integrar en el paisaje urbano el High Line, un parque sobre unas vías de tren abandonadas que nació gracias al empeño de algunas asociaciones para que fuera reutilizada como espacio público en el año 2009, un agradable paseo elevado con más de dos kilómetros de extensión.
Son tantos los encantos de NY, y tantos los diseñadores que a partir de cosas tan simples como una botella de Coca-Cola son capaces de hacer un jardín colgante, que siempre hay un motivo para volver, como la NY week design, prevista para el próximo mes de mayo.
La National Public Library, museos, galerías de arte, siempre sorprenden con diferentes exposiciones temporales y hacen de esta ciudad, una de las mejores en oferta cultural.
¿En qué otra parte del mundo puedes ver un cartel así? Esto es Harlem, frente a una iglesia y a tan solo un par de manzanas de la Universidad de Columbia.
Nos quedan muchísimas cosas por ver, así que, no habrá más remedio que volver!