Sigo poniéndole intención a esto de tener una actitud slow life aunque he de
reconocer que no siempre lo consigo.
El bombardeo mediático creo que no ayuda en nada a la hora de centrarse en el aquí y ahora.
Más aún si una de nuestras actividades es precisamente generar contenido para la red a través
de un blog y/o redes sociales como es mi caso.
De cuando en cuando surgen pequeños detalles que son una llamada de
atención al respecto y te hacen caer en la cuenta de que, a veces, has sido
incapaz de ser consciente de algo real y tangible por haberte perdido en las
inmensidades del mundo virtual.
Es lo que me ocurrió hace unas semanas: os mostraba la magnífica adquisición
de una mesa en un rastro (aquí) y os comentaba que había indagado en la red
buscando una igual y sólo había conseguido encontrar una muy parecida. Estoy
segura que dediqué a la "investigación" más de media hora.
La mesa que compré, la limpié al traerla a casa y la monté tal cual la encontré
en el rastro. Me pareció un poco alta pero por lo mismo más original. Ni me
planteé que tenía que haberla montado al contrario, incluso después de haber
estado comparándola detenidamente con la fotografía de la mesa que encontré
en internet y que añadí en el post.
A media mañana, tras publicar el post, recibí un privado por Facebook de
Patricia Liche, editora del blog Un lugar para los sentidos, comentándome
que la mesa que había comprado era igual a la de la fotografía: ¡¡¡sólo tenía
que darle la vuelta a las patas para poder encajar la bandeja en la estructura!!!
De este modo, además, sería más estable.
No sabía si llorar o reír.
Lo que sí hice fue agradecerle a Patricia su ayuda, gracias que reitero <3
Y tras el descoloque personal, un momento de reflexión para asimilar cómo no
me di cuenta de algo tan evidente.
La respuesta es fácil: recurrí al mundo virtual en vez de haber dedicado un
tiempo a la contemplación de lo que tenía delante.
Este último fin de semana me propuse bajar el ritmo, dejarlo fluir, no planificar
nada relativo al blog.
El sábado seguí con mi plan de aligerar y ordenar el salón, centrándome en el
rincón que está a la izquierda del sofá y dedicando un ratito a cuidar mis
plantas.
El sol entrando por la ventana iluminaba todo y saqué la cámara para captar
ese momento de luz.
Encontré calma y bienestar fotografiando tal cual, sin hacer una viñeta perfecta
con todo colocado.
Siempre he tendido a planificar la puesta en escena de los post, lo que no
resulta fácil en un apartamento pequeño como el mío donde ya no queda
ninguna pared libre, ningún lienzo en blanco. Parece que estoy jugando al
tetris, quito de aquí para poner allí pero en este sitio no es buena la luz, no
queda centrado, no hay espacio para el trípode...
Acabo estresada y salvo que sea realmente necesario me he propuesto hacer
realidad la nueva coletilla del blog, el slow concept.
Mi propósito de aligerar y ordenar mi día a día también lo he puesto en
práctica a nivel virtual, eliminando boletines y suscripciones a webs que
ya no me aportan demasiado. Con ello estoy consiguiendo bajar mi
ansiedad a la hora de abrir el correo electrónico y encontrarme con
tropecientos mil emails si he estado dos días sin poder entrar.
También ralentizar en las redes, comparto si puedo pero no pasa nada si no lo hago.
El cuidado de las plantas de interior, a falta de un jardín propio (cómo lo
echo de menos), es una de las tareas que más me relaja y en la que, sin
darme cuenta, pongo en práctica la máxima de meditación "Centrar mi
atención sin esfuerzo en lo que acontece aquí y ahora".
Una de las primeras cosas que hago al llegar a casa después del trabajo es
acercarme a saludarlas, ver si tienen buen aspecto, si han echado alguna
hoja nueva... Hasta Javi se ha acostumbrado a observar cómo van creciendo.
Soy de las que habla con ellas y suelo ponerles nombres.
De los esquejes que traje de Marrakech en Navidad han agarrado dos.
Hemos perdido a mi deseado geranio Dr. Westerlund que traje con tanta
ilusión (creo que por exceso de riego), aunque he comprobado que se puede
adquirir en algunos viveros de aquí donde no se le conoce por ese nombre sino
por geranio con olor a limón (Pelargonium Crispum) y quiero hacerme con uno.
Wester, como lo bautizamos, no ha sobrevivido pero si Kech, el otro esqueje
que cogí de una maceta de la terraza de nuestro riad. Se trata de una planta
crasa de varas largas con hojitas carnosas que podéis ver en el macetón de la
fotografía siguiente (al lado está el geranio de olor). No sé qué nombre tiene y
no he podido encontrarlo en la red. Palabrita que esta vez sólo le he dedicado
cinco minutos.
¿Sabéis de qué planta se trata?
Las hojitas que traía se le han caído pero está echando tres nuevas en el
extremo. Veremos cómo va evolucionando.
El tercer esqueje es del cactus más de moda en decoración (Euphorbia
ingens o Candelabra Tree) y al que nosotros llamamos Yves porque lo
cogimos en los alrededores de los Jardines de Majorelle.
También parece haber agarrado con fuerza pero es tan pequeñito que cuando
quiera tener un tamaño visible seguramente ya no sea el must have decorativo
que es hoy, aunque en realidad eso es lo de menos. Lo delicioso será ver como
crece poco a poco y recordar su historia, ¿no creéis?.