El clásico sofá Chesterfield (más conocido por su abreviatura Chester) nación en Inglaterra en el siglo XIX. Aunque el nombre de su creador no está muy claro, la versión más popular afirma que el Conde de Chesterfield encargó un sofá a un ebanista llamado Adam. Este sofá debía de tener un respaldo con su justa medida para que los caballeros de la alta sociedad pudiesen sentarse con la espalda recta y evitar así posturas poco elegantes cuando acudían a clubes.
Así, dicho ebanista creó el sofá Chesterfield sin saber que se convertiría en uno de los más famosos sofás. Un clásico que ha perdurado varios siglos ya gracias a su belleza, elegancia y fabricación artesanal.
El sofá Chester se caracteriza por que tanto su respaldo como sus brazos están a la misma altura y además terminan en forma de voluta. Sus patas en la versión original son muy cortas y torneadas, aunque también existen versiones que incorporan ruedas para su movilidad.
Características únicas
Otra de las características que definen al sofá Chester es su tapizado, que suele ser en cuero y en tonos oscuros (en su versión más antigua) y siempre incluye detalles en capitoné, los cuales están presentes en el interior del respaldo y de los apoyos.
En la actualidad este sofá se fabrica en numerosas versiones y así, podemos encontrar ejemplares en terciopelo u otros tejidos y en otros colores como el blanco, que hoy en día es de los más pedidos.
Es perfecto para ambientes con estilo inglés, pues inicialmente fue creado en uno de ellos. Pero también para ambientes retro y ultrachic. Si se combina con elementos decorativos que contrasten con su línea clásica, el resultado es realmente sorprendente.
Es por todo esto, por lo que después de casi dos siglos de su creación sigue siendo uno de los modelos más elegidos para amueblar un salón, aunque ahora se rodea de otros estilos mucho más modernos.
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