La casa de hoy me entusiasma por eso. Porque es una casa llena de detalles maravillosos, personales y encantadores, que convierten un espacio normal en una vivienda acogedora y que transmite mucha personalidad.
Con la primera foto, muchos habréis identificado la seña de identidad de los muebles de Énola. Las líneas puras del diseño del siglo XX, contrastadas con gamas de colores actuales y luminosos. Laura y Javier están detrás de este proyecto tan maravilloso que parte de su gusto por el buen diseño (lo podéis comprobar a través de su blog). La dichosa crisis llevó a Laura, ingeniera de profesión y durante años dedicada al sector de la construcción, al paro. Pero como buen espíritu emprendedor, lejos de sentarse a esperar aprovechó el momento para hacer un máster en Diseño de Interiores (¡casualidades de la vida, en la misma escuela en la que yo lo hice un año después! Algún día os tengo que hablar de la Escuela Madrileña de Decoración), y lanzarse a una aventura que la apasionaba.
El proceso más difícil fue el de encontrar a la persona para la manufactura de las piezas. Porque dentro de su proyecto era requisito imprescindible la calidad excepcional del producto y de los acabados, además de la necesidad de trabajar mano a mano con el ebanista que fabricara los muebles. Finalmente dieron con la persona adecuada en Toledo, un proceso largo de adaptación por las dos partes, porque ellos tuvieron que aprender todo lo relativo al trabajo de la madera, pero él también tuvo que adaptarse a nuevas formas de trabajo ¡y de diseño! Pero cuando uno hace buen equipo, lo cuida, y salva las diferencias. Al final, la confianza y la calidad del trabajo son la garantía.
Laura y Javier comparten la pasión por la decoración, por los detalles, por las compras inesperadas y el descubrimiento de piezas únicas. ¡Qué suerte, cuando van de viaje, poder recorrer juntos rastros y tiendas maravillosas! Ese gusto lo transmiten en su casa, donde los objetos adquieren un protagonismo especial, juntos y por separado. En su piso han sabido componer multitud de rincones especiales y dotar del protagonismo necesario a esas piezas que tanto les gustan.
El salón es la zona abierta de la casa, donde se exponen todos esos detalles. Para hacerlo aún más abierto, Laura y Javier eliminaron el tabique que añadía un pasillo entre esta sala y la cocina (pero, ¿qué hacía un tabique ahí? ¿quién nos ha dicho que tenemos que separarlo todo?). Sin embargo, el dormitorio es un auténtico paraíso del descanso, un remanso de paz, lleno de luz natural y con sólo lo imprescindible. Una enorme vitrina heredada y pintada en blanco y un espejo ovalado que reflejan toda la luz que irradian las paredes también blancas.
Una casa en la que uno se siente cómodo al instante. Eso es lo que Laura y Javier han creado en este espacio. Creatividad y buen gusto, pero con mucho sentimiento. Las cosas no están ahí porque estén de moda o porque tienen valor económico. Son objetos que a ellos les atraen, que significan algo en su mundo, que les parecen bonitas o que les traen recuerdos.
De verdad que su casa no puede ser más acogedora, más personal y más optimista. Si es que al final las casas reflejan la personalidad de quiénes las habitan, y en este caso, el encanto, la sencillez y el valor de los detalles son características que Laura y Javier han trasladado a su casa y a todo su proyecto de vida.
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