Como os comenté, la idea de un crucero no entraba en nuestros planes de
vacaciones pero fue el mejor medio que consideramos para poder acceder a
gran parte de la costa noruega y llegar hasta las islas Svalbard en el Océano
Glacial Ártico.
La imagen preconcebida de que la vida en un crucero requería participar en una
serie de actividades y seguir normas de etiqueta que no van con nosotros era el
motivo principal que nos disuadía para elegirlo como plan de vacaciones.
Una vez decidido, no obstante, busqué en internet experiencias en cruceros,
sobre todo por el Mar del Norte y el Báltico, para ver qué tipo de ropa debíamos
llevar ya que visitaríamos lugares con gran diferencia de latitud y por
tanto de temperaturas.
Descubrí entonces que hay personas que adoran los cruceros y que han
hecho de ellos su modo de vacaciones. Se apodan cruceristas y son
muchos los que cuentan sus experiencias en foros.
Algunos se quejaban de que los cruceros actuales no son como los de antes,
que muchos de los nuevos usuarios no guardan las normas de etiqueta,
no van vestidos correctamente a los eventos característicos de este tipo
de viajes como la cena del capitán, el baile con la tripulación...
Aconsejaban traje de fiesta para señoras y traje para caballeros. Estuve
a punto entonces de cancelar la reserva.
Pero no, di por hecho que en la actualidad el turismo y el ocio se conciben
de manera más personalizada, relajada y según gustos.
Y no me equivoqué.
Entre pasajeros y tripulación debíamos ser unas 2000 personas las que
habitamos aquella pequeña ciudad flotante durante los dieciséis días que
duró nuestro viaje.
El barco, Costa NeoRomántica, inmenso, permitía no tener sensación
claustrofóbica o de multitud. Sólo el día en que avistamos tierra por primera
vez y entramos en el primer fiordo, las dos grandes cubiertas (el buque
cuenta con once) se llenaron de turistas con cámaras, tablets, móbiles,
palos de selfies y demás artilugios con que inmortalizar aquella magnífica visión.
El resto del tiempo podías disfrutar tranquilamente e incluso encontrar lugar y
momento para estar solo ante la inmensidad el Mar del Norte.
Distintas cubiertas con distintos ambientes, como el fantástico chillout con
jacuzzi en la popa del barco...
Y muchas otras con butacas, mesas, tumbonas donde poder dormitar, leer o
tomar el sol tras un chapuzón en alguna de las piscinas.
Pero si no eres de los abonados a la vida de cerdito, si te gusta el movimiento,
una amplia pista de running y un completo gimnasio te permiten mantenerte
en forma.
Un gustazo poder practicar fitness con esas magníficas vistas al mar.
Apenas si tomé fotografías del interior del barco, alguna de nuestro camarote...
Y de uno de los restaurantes, quizás no el más representativo pero sí el más
sencillo y acogedor: la pizzería con exquisita comida cien por cien italiana ya
que la naviera es genovesa.
Podéis imaginar grandes salones para bailes, musicales, cine, representaciones
y demás actos sociales.
Una calle con tiendas, casino, spa... ¡Ah, también una biblioteca donde te
prestaban libros en distintos idiomas y juegos de mesa!
Desde luego la diversión está asegurada si es eso lo que buscas pero, si no,
puedes hacer tu vida independiente y tranquilamente disfrutando sólo de
aquellos servicios que son de tu interés.
Javier y yo fuimos a algún musical, hicimos especialmente uso de cubierta
para leer y relajarnos, practicamos algo de ejercicio y jugamos muchísimo al
Rummikub, juego de mesa que nos encanta, que nos llevamos de casa y que
acabamos dejando en varias ocasiones a otros fanáticos de estas fichas de
números.
Nuestra concepción de un crucero ha cambiado, ahora sabemos que el
tipo de usuario de esta forma de turismo es diversa, que durante unos
días habitas un pueblo italiano (o de la nacionalidad de la naviera
correspondiente) compartido con personas de distintas procedencias,
lo que resulta bastante enriquecedor.
Dependiendo de las características portuarias de nuestros distintos destinos
el buque permanecía en alta mar, practicándose el acceso a tierra mediante
lanchas o de tratarse de un lugar con puerto, atracaba y nos regalaba
imágenes tan curiosas como las que siguen.
Una experiencia muy positiva que seguramente repitamos en alguna
otra ocasión.