Después de un día agotador, nuestra lectora buscaba la relajación y la tranquilidad de un hogar alejado del artificio y de la carga de elementos superfluos. Por ello, este exquisito ejemplo de simplicidad se ha configurado únicamente con lo esencial, evitando incluso los cuadros. Por otro lado, el mobiliario cumple las normas que una vez erigieron uno de los movimientos estéticos más reproducidos: el minimalismo.
La afición por el interiorismo que profesa la propietaria de este inmueble ha convertido a esta casa con vida en patrimonio decorativo de los años 50 y 60. La estructura de esta finca urbana sigue la tradicional distribución de los inmuebles de dos plantas, situando los lugares comunes o de mayor actividad abajo y los entornos más íntimos arriba.
El aseo diario queda concentrado en unos pocos metros cuadrados en los que se ubican los sanitarios más importantes. Los lavabos de planta rectangular causan furor, pero el de nuestra lectora es todavía más sorprendente gracias a su singular pendiente. Igualmente, se decidió que un soporte sin pie sería lo más adecuado para lograr fluidez. Respecto a la ducha, ésta ha quedado arropada por una práctica y elegante mampara de cristal.
El rosa es el punto de débil de Loreto, que ha vertido en su dormitorio la alegría de un tono que aterriza en nuestra retina transmitiéndonos una corriente de buenas vibraciones. Cabe destacar la obra realizada para emplazar el armario de largos y finos tiradores de aluminio en un hueco empotrado, salvando la estructura abuhardillada de la alcoba. El sillón es un guiño a las concepciones que priman dentro de la moda actual.
Mirar más de cerca hace que nos demos cuenta de ciertos detalles. La terraza, a la que accedemos desde el salón, es un lugar con encanto en el que Loreto ha dispuesto varias piezas de mobiliario pertenecientes a la misma colección. Sobre un pavimento de probada resistencia provisto de focos empotrados, descansa un pequeño comedor exterior y un par de hamacas ideales para ver la tele en verano o disfrutar de una deliciosa barbacoa.
Sobre un suelo de tarima oscuro, descansan varios muebles de corte moderno y líneas estrictas. Uno de ellos es la inconfundible Barcelona Chair de Mies Van de Rohe, un clásico que nunca pasa de moda. Los radiadores, verticales y estrechos, parecen formar parte de la pared. La nota discordante la protagoniza el sofá rojo y el elemento vegetal. Las dos plantas de la vivienda están conectadas por una escalera cuyo diseño no pasa desapercibido.
Tras la puerta traslúcida hallamos el espacio dedicado al paladar, percatándonos de que la cocina es un homenaje a la pureza visual. El matrimonio cromático entre el omnipresente blanco de muebles y encimera y el inox mate de los tiradores y campana decorativa ha tenido un resultado fantástico. Un enorme ventanal abre la cocina al exterior para aprovechar la luz natural.