Josefina es en realidad una vecina alegre y muy vital. Cuando se le rompió esta silla sólo pensaba en comprar otra nueva. Así que nos la dió con esa desconfianza inocente de quien cree que te está dando un problema y no un reto que vas a superar... Así estaba la silla:
Una silla de haya, de los años 60, torneada y con el asiento con forma anatómica. Presentaba el asiento totalmente desencolado, algo muy llamativo, pero muy fácil de arreglar: limpiamos bien la superficie, aplicamos cola de carpintero, encajamos las piezas, las sujetamos con mordazas y esperamos a que se secara. Una vez seca, la lijamo para que acabara de saltar el barniz desconchado y cogimos la alegría de Josefina para inspirarnos y transformarla en su honor...
La pintamos en amarillo mostaza, con esmalte acrílico al agua en acabado satinado. Empezamos por la base, para después seguir pintando de arriba a abajo. Y este es el antes y después:
Y este, el resultado:
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