Como dice el juego de niños; el patio de mi casa es particular... y además nada más cierto.
Me crié en una casa vieja, habitada por cuatro generaciones, la cual visita una quinta y ya pronto llegará la sexta;así que si os digo que es del siglo XIX imagino que no os sorprendo. Ángela cariño estoy deseando ver a tu futuro retoño corriendo por el patio y dando de comer a los bichos.
Lo más curioso de todo es que está anclada en el tiempo y se conserva prácticamente igual que entonces, los fantasmas deben de pasear a sus anchas ya que se deben de encontrar como en casa. De vez en cuando como ya he contado en más de un artículo, me pongo a buscar tesoros escondidos y siempre encuentro algo que rescatar.
Y no os miento en absoluto, mirad las damajuanas que me encontré hace poco enterradas en polvo de al menos las últimas cuatro generaciones, y que limpié con todo el cariño del mundo... no me digáis que no son preciosas.
El toldo natural es una parra, y macetas de todo tipo la adornan aportando su frescor.
Además está habitada por todo tipo de seres vivos... gallos, gallinas, pavos, palomas, pájaros, galápagos.
Mirad que bien viven las gallinas, ellas se reúnen a charlar a sus anchas y no están enclaustradas.
Estas tan curiosas son gallinas japonesas, aunque como no somos racistas, mi hermano las mezcla y de vez en cuando sale alguna japonesa-extremeña la mar de simpática, con la cresta de una y las patas de otra.
Está rodeada por una tupida enredadera y cuando menos te lo esperas mamá pata saca a pasear a sus retoños. Esta año hay cuatro, el año pasado salieron más de once.
Y aunque parezca que es una casa de pueblo, está en Mérida y enfrente de su famoso Acueducto romano.
Así que ahora que vivo en un piso y que encima no tiene ni terraza, no veo la hora de poder cambiar mi situación y volver al sabor de lo antiguo.
¿Qué me decís? No me digáis que no es particular...
Besotes y disfrutad de este estupendo fin de semana