Nada de música, cero guitarra, todo esto con mis tacones de lunares.
Griselda, Anastasia & Me. Pilar Roche@2014
Cuando tenía cuatro ?años-, mi padre me compró un traje de gitana. Era blanco, ese vestido de algodón armao con lunares rojos y mantoncillo de flecos. Con sus volantes remataditos con bies colorao, haciendo la farandola en las mangas y en la falda. Llegó tieso de almidón en su perchita blanca, tan flamante que para mí lo hubiera querido el día de la primera Comunión, que a la sazón me tocó de monja con sandalias y toca también de monja. Cruel la estilista monja de mi colegio, pero entonces yo ya tenía siete ?años-.
Los zapatos al contrario, rojos de lunares blancos y de pulsera, con un botoncito de nácar, frío al tacto y cosido con una gomita. ¡Si es que los estoy viendo!
Todo esto aderezado con una sarta de collares de cuentas blancas y rojas y los zarcillos en un plástico divino. Las pulseras, las recuerdo con una nitidez espantante, tenían un reborde exterior, un filo que quedaba en el plástico al desmoldarlas. Cortaban como el viento del Polo, a mi no claro está, pero si a cualquiera que intentara sujetarme los antebrazos. En fin, el resultado al moverme era una versión mini-ninja de niña flamenca.
Y el remate, un moñete de castaña y en to-lo-alto, mi peineta con un clavel de tela rosa. Si, de color rosa porque iba a ser ya mucho rojo.
Griselda, Anastasia & Me. Pilar Roche@2014
Hasta la hora del baño yo de gitana, y eso que soy del norte. Taconeaba del comedor a la cocina desde que salía del colegio hasta que me mandaban a la cama. Mis padres tenían un negocio que les daba mucho trabajo y les robaba demasiado tiempo.
Trabajaba en el negocio familiar una señora de Montilla (Córdoba) que tenía mucho arte y que aseguraba que yo tenía "duende". Al escucharla, giraba sobre mis talones haciendo flotar los flecos del mantoncillo y agitando las pulseras, buscándolo con sumo interés, pero nunca vi duende, ni hada, ni nada.
Griselda, Anastasia & Me. Pilar Roche@2014
Es probable que mi padre conserve alguna fotografía, se compró una Kodak compacta y hacía como Harvey Keitel en Smoke, aunque yo hubiera preferido una Verlisa con la funda en bandolera de cuero rígido en marrón güisqui.
El vestido pasó a manos de mi prima Rebeca, pero mi madre guardó los zapatitos hasta hace bien poco para que todos los niños, insisto, niños de la familia tuvieran su minuto de gloria taconera al menos una vez en la vida.
Griselda, Anastasia & Me. Pilar Roche@2014
Y yo como Griselda y Anastasia, las hermanas patonas de Cenicienta, intentando calzarme los tacones cada Navidad.
Y lo bonito que me quedaba todo esto encima del pijama rosa de felpa.
Este cuento lo inspiraron Helen F. y María A., a ellas va dedicado.
Feliz semana.
Pi