No es que no me guste celebrar el Día de San Valentín. Lo que me gustaría es
que todos los días fueran el día del Amor, o mejor dicho, que cualquier día, sin
razón alguna, porque sí, tuviéramos con nuestros seres queridos esos detalles
especiales que solemos dejar para fechas especiales como el día de los
enamorados, el día de la madre o padre, incluso santos y cumpleaños.
Se espera que entonces pensemos de manera especial cómo agasajar a alguien,
cómo demostarle que lo queremos, lo cual por otro lado puede ser bastante
frustrante cuando el detalle o regalo es puramente comercial, elegido por
influencia de anuncios o campañas, y no digamos si no hay regalo, ni
felicitación, ni nada especial.
Soy de quienes prefiere cualquier detalle o sorpresa un día normal, tanto
a la hora de recibir como de agasajar, convirtiendo ese día en algo especial.
Hornear un día cualquiera unas galletas, con o sin forma de corazón...
Crear algún detalle romántico...
Descubrir en un escaparate aquel libro que te comentó le gustaría leer,
comprarlo y envolverlo cuidando los detalles...
Compartir un paseo descalzos por el parque...
Bueno, para ésto quizás haya que esperar pero también vale un paseo
agarrados de la cintura compartiendo un paraguas bajo la lluvia. ¿verdad?
O simplemente estar, entrelazar las manos, creando un momento
sólo nuestro, cualquier día...
Hoy, por ejemplo.