Las fibras naturales van desde las cañas y mimbres utilizados en cestería, hasta los tejidos como el lino y el algodón, pasando por la lana, e incluso el cuero. Aportan calidez y encanto a los espacios, pero además dotan a nuestras casas de un aire fresco y desenfadado. Son, además, fibras producidas de forma natural, con muy baja presencia de productos químicos, antialérgicas y de tacto agradable.
Normalmente, su cuidado no requiere un esfuerzo excesivo. Los productos naturales, paños y agua, son suficientes para la limpieza (y para el caso de los tejidos, pueden ser lavables en lavadora en muchos casos). Envejecen muy bien y siguen ofreciendo un aspecto atractivo aún cuando empiezan a mostrar signos de uso o desgaste.
Si las fibras no han pasado por procesos de tintado, ofrecen tonalidades muy naturales que combinan bien con prácticamente cualquier gama de color. Se adaptan a todo tipo de estancias y siempre aportan un toque de estilo. Como veis, no veo más que ventajas y me siento muy identificada con esta tendencia. No soy una persona de artificios y me gusta que las cosas luzcan tal cual son, incluso con sus imperfecciones. Por eso me encanta ver cómo nos estamos contagiando de un aspecto natural en nuestras casas.
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